IMSSeguridad social

Luis Rubio

Antes de festejar, el director del IMSS debería tener razones para hacerlo. En un discurso diseñado para celebrar la presentación de su diagnóstico sobre la problemática de la institución, su director se dedicó a explicar por qué el gobierno no está dispuesto a enfrentarla con seriedad y determinación. La pregunta es si los derechohabientes del IMSS, y los mexicanos en general, van a tolerar que se sigan dispendiando sus recursos sin que se logre crear un verdadero sistema de seguridad social.

La pregunta que se planteó el IMSS para realizar el diagnóstico que su director presentó esta semana fue ¿cómo se puede restablecer la salud financiera de la institución? La pregunta ya en sí misma refleja buena parte del problema del IMSS: la total falta de orientación hacia el usuario o preocupación por el derechohabiente que caracteriza a las burocracias gubernamentales. En lugar de hacer un planteamiento pasivo y defensivo del satus quo, la pregunta relevante debió haber sido ¿cómo se puede lograr el mejor esquema de seguridad social para el beneficio de la mayoría de la población?. Por ello, independientemente de las conclusiones específicas que anunció el IMSS, lo crucial es que las premisas de las que partió el análisis hacen imposible resolver la problemática que enfrenta la institución, a la vez que se le niega al país una enorme fuente de ahorro potencial para una pronta recuperación económica.

El planteamiento del IMSS no hace más que preservar el conjunto de valores políticos que yacen en el fondo de la crisis en que estamos inmersos. Si verdaderamente se quiere resolver la problemática del IMSS -y del resto del país- será inevitable acabar, de una vez por todas, con el sistema que lo paraliza y corrompe todo. Veamos.

Hay cuatro temas importantes en la seguridad social, ninguno de los cuales se incluyó en la presentación del diagnóstico que hizo el director de la institución. El primero se refiere al objetivo que se persigue. A mi parecer, dicho objetivo debiera ser la prestación de una verdadera seguridad social y no la salvación del IMSS. Por seguridad social me refiero a dos cosas fundamentales: el acceso de todos los derechohabientes a servicios médicos eficientes y efectivos y de calidad, y la disponibilidad de pensiones de retiro e invalidez que sean suficientes en monto para que una persona o familia pueda vivir con un nivel de ingresos proporcional al que gozó durante su vida productiva. Lo importante no es quién provea el servicio, sino que éste exista. Lo que el director nos dice es que los fondos de pensiones han sido saqueados para financiar otros servicios, por lo que ni se tienen servicios médicos adecuados, ni se pueden pagar las pensiones que corresponden a los derechohabientes y para lo que pagaron una porción muy importante de su ingreso a lo largo de su vida. En función de lo anterior, ya que fue el propio gobierno el que creó el desastre actual y, contrario a lo que nos dice el director de la institución, la manera de lograr el objetivo que creó al IMSS -que, como ya mencionaba antes, es la prestación de seguridad social a la población- no es manteniendo a la a esa gigantesca, e ineficiente estructura burocrática, sino ofreciendo a la población opciones para su atención médica y creando fondos de pensiones independientes que no puedan ser dilapidados..

El segundo tema que ignora el diagnóstico del IMSS es el relativo a los costos en que incurre la institución. En primer lugar, sería razonable empezar por reconocer que ninguna institución de ese tamaño y diversidad de funciones en el mundo puede ser eficiente. El puro tamaño del IMSS hace inviable su existencia. Pero el IMSS no ha hecho nada por tratar de negar las afirmaciones anteriores. Por décadas la institución se ha dedicado a construir suntuosos edificios y hospitales, además de dispendiar sus recursos de la manera más absurda -y con frecuencia corrupta- posible. El propio director del IMSS reconoce que la institución no se caracteriza por la eficiencia de sus procesos, por el excepcional servicio a los usuarios de sus hospitales o por la generosidad de sus pensiones. Más grave, no hay la menor preocupación por el costo de los servicios que provee. Como toda buena burocracia, lo que le preocupa al IMSS es que haya suficientes fondos para pagar lo que sea y no para optimizar los recursos de los derechohabientes o para cumplir con los objetivos que dieron nacimiento a la institución.

Quizá el tema central relativo al IMSS es uno que ni su director ni el gobierno en general parecen ver como la esencia del problema: la propiedad de los recursos que el IMSS dispendia. A diferencia de otros ámbitos burocráticos, en el caso del IMSS (y del INFONAVIT), los recursos que emplea la institución no son propiedad del gobierno o de la institución que los maneja, sino de los derechohabientes. Son estas personas las que, a lo largo de su vida productiva, se han dedicado a pagar por los servicios que la institución debería ofrecer y a anticipar los pagos que eventualmente recibirían en la forma de una pensión para su retiro o para sus familias en caso de invalidez o muerte. El IMSS no sólo se ha dedicado a malusar y a dispendiar esos recursos, sino que, como admite su director, literalmente ha sustraído los recursos del fondo de pensiones para dedicarlos a subsidiar los extraordinarios costos del ineficiente e inadecuado servicio médico. Peor todavía, mucho del dinero transferido a los servicios médicos se ha gastado en la construcción de suntuosos edificios y hospitales y no en la provisión de mejores servicios o de mejores sueldos al personal que atiende a los usuarios. Pero el problema central es que el dinero que se ha estado empleando como si fuera propio y susceptible de transferirse de un lado al otro sin explicación alguna, pertenece a un fideicomiso propiedad de los derechohabientes, quienes, como resultado, enfrentan la posibilidad de perder los beneficios futuros que han venido pagando a través de los años o décadas. Si en México hubiera un Estado de derecho, esas transferencias podrían ser materia de acción penal en contra de los inescrupulosos administradores por parte de los derechohabientes.

El cuarto tema tiene que ver con las consecuencias de lo que hace el IMSS (y, para fines prácticos, el INFONAVIT). Quizá a muchas personas les pudiese parecer que no es tan grave el problema; que se trata de uno más de los muchos temas que tienen que ser resueltos; y que lo que al IMSS le ocurra no tiene mayores repercusiones. En realidad, lo que le pase al IMSS tiene enormes consecuencias para el resto de la sociedad. Ciertamente, el IMSS no se distingue de la mayor parte del resto del gobierno en cuanto a que es una enorme y costosa burocracia. El que eso sea así no disminuye la urgencia de enfrentar el problema y enfrentarlo bien. Pero el problema de fondo es muy distinto en naturaleza. Los fondos que maneja el IMSS son tan cuantiosos que fácilmente se podrían convertir en una de las principales fuentes de ahorro para el financiamiento de grandes proyectos de infraestructura, por ejemplo, cuyo plazo de maduración es muy largo. Una de las virtudes de los fondos de pensiones es precisamente que, a través de cálculos actuariales, es predecible el tiempo en que van a ser requeridos, y éste, normalmente, se mide en décadas y no en semanas o meses como ocurre con el ahorro de las personas en lo individual. Los países más desarrollados del mundo han logrado contar con carreteras, presas y otras obras de infraestructura crítica para el desarrollo económico porque han administrado los fondos de pensiones para que eso sea posible. En nuestro caso, nos hemos dedicado a derrochar al dispendio con el dinero de los derechohabientes y, como único legado, tenemos un servicio médico que es materia de crítica sistemática por parte de los usuarios y de irritación social por su costo.

La pregunta es qué hacer. El director del IMSS nos da algunas ideas interesantes al respecto. Hacia el final de su discurso dice que «no podemos poner en riesgo el patrimonio de los trabajadores», aunque paso seguido se dedica a demostrar que eso es precisamente lo que el gobierno ha venido haciendo por décadas en forma sistemática. Es por ello que uno tiene que ser escéptico de las propuestas de reforma que plantea el IMSS. En su discurso, el director primero nos dice que el IMSS es uno de los «grandes activos sociales de nuestra patria», argumento político en el que sustenta la noción de que la institución es insustituible e indispensable. Más adelante en el discurso, sin embargo, el director demuestra que la institución no cumple con sus objetivos, no hace bien su trabajo, no satisface a sus usuarios y, a pesar de todo ello, ha vaciado los recursos del fideicomiso de pensiones para pagar los costos de los deficientes servicios médicos, así como de los edificios y hospitales que ha construido. Puesto en otras palabras, lo que el diagnóstico del IMSS nos dice es que una administración tras otra ha cometido un fraude continuo contra los derechohabientes, al sustraer dinero de sus pensiones para utilizarlo en otras cosas. Precisamente por ello sabemos qué es lo que NO hay que hacer para resolver el problema del IMSS. Sin embargo, lo que el IMSS propone es hacer más de lo mismo, al negar, en las premisas de las que parte, cualquier solución razonable al problema.

Desde mi perspectiva, sería interesante saber qué es lo que piensan los mexicanos sobre el IMSS y los servicios que éste presta. Según el director, se trata del «gran activo social». Mi impresión es que la mayoría de los mexicanos lo ven como la entidad corrupta, ineficiente, costosa y burocrática que los números evidencian. Para el IMSS, sin embargo, las soluciones se limitan a correctivos que no involucran la esencia del problema, negando una realidad que es a toda luces evidente. Los argumentos que presenta el IMSS no sólo son los que nos llevaron a la crisis actual, sino que son totalmente obsoletos por esa misma razón. La crisis es real y, como evidencia el IMSS, es resultado de décadas de corrupción y mala administración. Por ello, lo imperativo es empezar por el principio y preguntarnos cuál es la mejor manera de lograr el objetivo que se proponía lograr el IMSS y no aceptar de entrada que la institución debe existir. Yo me pregunto si no sería mejor encontrar maneras de subsidiar a los usuarios de los servicios médicos en lugar de subsidiar a los servicios mismos, de tal suerte que sea el usuario el que decida en qué institución va a atenderse cada vez que lo requiera. Si invertimos la lógica de la seguridad social actual, quizá encontremos que es posible conciliar la consecución de un servicio médico de altura y a un precio razonable, con la disponibilidad de los recursos de retiro que pertenecen a los derechohabientes y no al gobierno, para el fin con que fueron aportados con el consecuente crecimiento del ahorro nacional. Todo eso y más existe en muchos países del orbe. No hay razón para suponer que nosotros tenemos que ser distintos.

Según su director, el IMSS «seguirá brindando esperanza y bienestar». Yo no estoy seguro que eso sea lo que ven -y hayan recibido de la institución- la mayoría de sus usuarios, pensionistas y mexicanos en general. De lo que sí estoy seguro es que hay muchas mejores maneras de cumplir el objetivo que originalmente se contempló y que es esencial para el desarrollo de la sociedad, por lo que me pregunto: ¿no será tiempo de brindar seguridad social en lugar de vagas promesas y más retórica obsoleta que solamente busca preservar una situación general, que es claramente inaceptable para la sociedad?