Luis Rubio
Lo hermoso de las bibliotecas, de los libros, es que éstos son como las cerezas. Tiras de uno, y éste arrastra a otros, a los que acaba por llevarte de modo inevitable.
Arturo Pérez Reverte
En 2012 Charles Murray publicó una provocación que probó ser predictiva con la elección de Trump. En Coming Apart, se dedica a analizar un tema que le ha preocupado por años: el de la desigualdad y las políticas públicas que tienden a exacerbarla. En publicaciones previas había oteado en terrenos farragosos y políticamente incorrectos como el de la inteligencia y el IQ. En Coming Apart describe como la población tiende a polarizarse y a agravar el problema: según Murray, los que tienen éxito en la sociedad se han ido concentrando geográficamente y en términos de actividades, al grado de acabar viviendo en una burbuja que los separa del resto de la sociedad: ven programas de televisión distintos, leen literatura diferente, van a otras escuelas y sus intereses son cada vez menos similares a los del resto de la población. El argumento de Murray a lo largo de su carrera es que las políticas públicas diseñadas para atacar la pobreza y reducir las brechas sociales han sido un fracaso porque no atacan el fondo del problema y, en ocasiones, lo exacerba. En 2016 publicó un cuestionario interactivo que permite determinar qué tan cerca del americano modal es una persona, es decir, qué tan similar a la mayoría es un individuo. Aunque el cuestionario es etnocéntrico y no fácilmente aplicable a México, vale la pena responderlo porque es sumamente aleccionador.*
Ronald W. Dworkin es un médico y filósofo que ha incursionado de manera creciente en asuntos de política pública, primero los relacionados con la salud y recientemente con un libro intitulado ¿Cómo puede Karl Marx salvar al capitalismo americano? El argumento de Dworkin no es nuevo, pero es sumamente interesante: Marx fue un enemigo del capitalismo pero, al exhibir sus defectos y limitaciones, forzó a los gobiernos a responder, sobre todo en terrenos como los del abuso de los trabajadores y la necesidad de políticas sociales como un sistema de salud integral. En la actualidad, dice Dworkin, hay nuevos riesgos que, aunque distintos en naturaleza a los que experimentó el capitalismo en el siglo XIX, constituyen un nuevo desafío a su sobrevivencia. Entre éstos, destacan cosas como la alienación social, las descendientes tasas de natalidad, el uso de enervantes y el uso de medicamentos para funcionar en la vida laboral. Aunque las propuestas concretas que sugiere Dworkin nada tienen que ver con Marx, lo que me pareció relevante de este libro es su noción de que los dogmatismos conservadores y liberales son inútiles para resolver los problemas de la actualidad. Específicamente, propone que el gobierno debe enfocarse, con una precisión de láser, a atender las amenazas a la vida privada sin atentar contra los factores que permiten el buen funcionamiento de los mercados.
Anthony de Jasay es un filósofo y economista húngaro que vive en Francia. Su libro El Estado, comienza con una pregunta extraordinaria: ¿qué haría usted si usted fuese el Estado? Lo usual, dice Jasay, es concebir al Estado como un instrumento, un medio que existe para lograr el bien común. Sin embargo, se pregunta el autor, ¿qué cambiaría si suponemos que el Estado tiene fines propios que no son los de la población? Jasay construye una larga respuesta que sigue la historia del Estado a partir de su función original, con dimensiones por demás modestas, de protector de la vida y la propiedad, hasta convertirse en un “ágil seductor de mayorías democráticas que emplea la distribución de beneficios sociales” y se pregunta “¿Será que el siguiente paso racional es el de desarrollar poderes totalitarios?” El Estado presenta una extrapolación discutible pero no irrelevante o ilógica.
Richard Epstein es un profesor de derecho norteamericano que lleva décadas escribiendo sobre la constitución de su país. Este año publicó su obra magna, La constitución liberal clásica, donde estudia el origen y naturaleza de la constitución estadounidense y analiza la forma en que ha evolucionado a lo largo del tiempo. Más allá de los debates propiamente norteamericanos que atiendea lo largo del libro, lo que me pareció inmejorable son sus reflexiones sobre cómo ha ido cambiando la naturaleza del gobierno, sus objetivos y los valores que, de hecho, lo animan. Su planteamiento principal es que se han reducido las protecciones a los derechos individuales sin resolver los problemas esenciales de la sociedad contemporánea. Creyente profundo en un gobierno pequeño y acotado, Epstein toca muchos de los temas que animan la obra de Murray pero desde una perspectiva constitucional. Su planteamiento central es que sólo una protección constitucional firme y decidida de los derechos de los individuos frente al Estado, garantizada por la Suprema Corte, puede crear las condiciones para una revitalización económica. Un poco en contraste con Murray, su argumento no es ideológico sino fundamentalmente pragmático: le parece obvio que el statu quo no funciona, mientras que antes si funcionaba. Eso, dice Epstein, debería ser lección suficiente.
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