Jugando a la democracia

Jugando a la democracia

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\par \tab Los cambios pol\"edticos por los que el pa\"eds ha venido atravesando dejar\"edan perplejo al m\"e1

s pintado. Y, sin embargo, nadie parece estar satisfecho. El tan criticado presidencialismo ha visto disminuida su capacidad de imponer decisiones, el poder legislativo nunca hab\"eda tenido un dinamismo tan extraordinario, la Suprema Corte es cada vez m

\"e1s independiente y ha comenzado a hacer sentir su fuerza y la prensa conoce cada vez menos l\"edmites a su actividad. Cualquier visi\"f3n objetiva de nuestra realidad pol\"edtica tendr\"eda que concluir que el pa\"ed

s de hoy nada tiene que ver con el de anta\"f1o. Pero todos los mexicanos nos quejamos por el hecho de que las nuevas realidades no han mejorado la capacidad de gobernar, el desempe\"f1o econ\"f3mico o los derechos efectivos de la ciudadan\"ed

a. Por donde le busquemos, la transici\"f3n es una realidad patente pero no por ello constituye un camino que produzca certidumbre, entusiasmo o claridad de rumbo.

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\par \tab Cada uno de los ciudadanos tiene su propia evaluaci\"f3n de qu\"e9 es lo que no funciona y por qu\"e9. En lo que la abrumadora mayor\"eda de los mexicanos coincide es en su insatisfacci\"f3n con los resultados. No es dif\"edcil concluir que el pa\"ed

s atraviesa por una etapa muy peculiar de su evoluci\"f3n pol\"edtica que se caracteriza m\"e1s por lo que no ocurre que por lo que de hecho se hace. Si bien los cambios de los \"faltimos a\"f1os han si

do enormes -particularmente importantes fueron la decisi\"f3n del presidente Zedillo de abandonar diversos instrumentos no constitucionales que sus predecesores empleaban en forma cotidiana y la constituci\"f3n de la "mayor\"eda de oposici\"f3

n" en el Congreso-, las consecuencias no son del todo apetecibles. El ejecutivo no gobierna, el congreso no legisla y la capacidad de obstrucci\"f3n se multiplica en tanto que la de desarrollo, acci\"f3n y construcci\"f3

n se erosiona hasta desaparecer. Los pol\"edticos no est\"e1n cumpliendo su funci\"f3n de conciliar, resolver y contribuir a avanzar el desarrollo del pa\"eds. Y, sin embargo, no hay costo alguno para la par\"e1lisis que experimentamos: para los pol\"ed

ticos de hoy, independientemente del partido al que pertenezcan, es mucho m\"e1s rentable esconderse detr\"e1s de la inacci\"f3n que avanzar cualquier iniciativa.

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\par \tab No cabe la menor duda de que en el coraz\"f3n de la problem\"e1tica que enfrentamos se encuentra la erosi\"f3n de la estructura pol\"edtica postrevolucionaria. La presidencia desp\"f3tica que permiti\"f3 una construcci\"f3

n institucional y progreso econ\"f3mico por muchos a\"f1os ha dejado de operar, incluso cuando ha sido ilustrada. Muchos, sobre todo dentro del PRI, culpan de esta situaci\"f3n al presidente Zedillo. Argumentan, no sin raz\"f3n, que la pol\"ed

tica tiene raz\"f3n de ser y que la inexistencia total de acci\"f3n pol\"ed

tica a nivel presidencial ha erosionado las instituciones, comenzando por la propia presidencia, ha polarizado a la sociedad y, sobre todo, ha abierto cauces de conflicto y violencia que dif\"edcilmente podr\"e1n

ser resueltos. Algunos observadores piensan que lo generalizado de las cr\"edticas a la instituci\"f3n presidencial tiene m\"e1s que ver con el desencanto general que caus\"f3 el fin de la presidencia de Carlos Salinas que con el desempe\"f1

o de la actual administraci\"f3n. Aunque ambos argumentos tienen algo de verdad, la realidad es que los problemas pol\"edticos comenzaron a evidenciarse mucho antes de que cualquiera de estos dos individuos llegara a la silla presidencial.

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\par \tab Tanto los partidos pol\"edticos como la abrumadora mayor\"eda de los observadores y estudiosos del tema comulgan con la idea de que es necesario reducir y acotar al presidencialismo, introducir contrapesos a su desempe\"f1o y hacer m\"e1

s transparente su actuar. De hecho, ese consenso ha motivado su acci\"f3n pol\"edtica y su trabajo legislativo. Los pri\"edstas, a trav\"e9s de los candados para la nominaci\"f3

n de candidatos, han sido los primeros en procurar minar la autoridad presidencial. Los miembros del PRD, al culpar al presidente y al presidencialismo de todos los abusos reales e imaginados, tambi\"e9

n buscan debilitarlo. Los panistas han avanzado iniciativas de ley encaminadas a contener las facultades del presidente y han empleado su fuerza legislativa para bloquear e impedir o dificultar la aprobaci\"f3n de las iniciativas

presidenciales en el Congreso.

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\par \tab El resultado de todo esto ha sido, efectivamente, la acotaci\"f3n de esas facultades, pero el resultado no necesariamente es mejor. Algunos cambios han involucrado el desarrollo de nuevas instituciones, como ha sido el caso d

el Instituto Federal Electoral y el TLC, pero otros han servido exclusivamente para eliminar, impedir y bloquear las iniciativas presidenciales sin que eso se haya traducido en una mayor transparencia, una mejor capacidad de hacer responsables a los funci

onarios p\"fablicos de sus decisiones o de un mejor desarrollo del pa\"eds. Las soluciones que se han propiciado – o las realidades que se han consolidado- han tenido el efecto de erosionar las viejas estructuras e instituciones pol\"ed

ticas sin que eso haya mejorado la capacidad de gobernar, la calidad del gobierno o los derechos ciudadanos. Nada ilustra mejor esta dimensi\"f3n del problema que la discusi\"f3

n sobre la posibilidad de una alianza opositora para el 2000: se discute todo menos la forma en que \"e9sta gobernar\"eda al pa\"eds en caso de triunfar.

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\par \tab Evidentemente la soluci\"f3n no reside en retornar al presidencialismo todopoderoso del pasado. Pero tenemos que desarrollar alg\"fan substituto institucional para esa forma de gobierno. El debate p\"fablico est\"e1 saturado de la ide

a de que la alternancia de partidos en el poder constituye la soluci\"f3n milagrosa al problema. Ciertamente, un cambio de partido en el gobierno abrir\"eda la caja de Pandora respecto al viejo sistema, pero no es obvio que ese hecho permitir\"ed

a, por si mismo, la consolidaci\"f3n de un sistema pol\"edtico mejor. Inexorablemente, el triunfo de un partido distinto al PRI en una elecci\"f3n presidencial podr\"eda desatar una infinidad de movimientos y tensiones sobre todo entre los pri\"ed

stas y sus fuentes reales de poder a nivel estatal y sectorial que, a la larga, podr\"eda llevar a una nueva institucionalidad. Pero si uno observa el panorama pol\"edtico imperante, no hay raz\"f3

n alguna para suponer que, por el hecho de que otro partido ganara la presidencia, mejorar\"eda la gobernabilidad del pa\"eds, la transparencia en el actuar p\"fablico, el desempe\"f1o econ\"f3

mico o los derechos ciudadanos. Un vistazo a los gobiernos estatales, incluido el del Distrito Federal, en manos de partidos distintos al PRI demuestra fehacientemente que no hay garant\"eda alguna de mejor\"eda en ninguno de estos frentes.

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\par \tab Lo que hoy tenemos son desaf\"edos crecientes al poder presidencial y la erosi\"f3n de los controles que, en el pasado, permit\"edan al presidente y su gobierno actuar sin mayor restricci\"f3n. La necesidad de encontrar un nuevo equilibrio es m\"e1

s que evidente. Pero la verdad es que pr\"e1cticamente nada se ha hecho para avanzar en torno a ese objetivo. Las soluciones parciales y coyunturales que hemos observado a lo largo de los \"faltimos a\"f1os han hecho m\"e1s para erosionar

las instituciones existentes que para construir algo mejor, como ilustran tanto las llamadas "concertacesiones", como la inoperatividad de la Comisi\"f3n de Regimen Interno de la C\"e1mara de Diputados y los frustados intentos por modificar el r\"e9

gimen interno de la misma. Las diversas propuestas de soluci\"f3n son con frecuencia ricas en substancia y razonables en su contenido. Pero muy pocas son aplicables a la realidad actual e id\"f3neas dado el contexto hist\"f3rico e institucional del pa\"ed

s. La idea de substituir el sistema presidencial por uno parlamentario, por ejemplo, podr\"eda tener todo el sentido del mundo, pero es inoperante en ausencia de una estructura de administraci\"f3n p\"fa

blica consolidada y de un servicio civil de carrera profesional y aut\"f3nomo respecto a los partidos. Algo semejante ocurre con la idea de una segunda vuelta para la elecci\"f3

n presidencial que es vista, incluso por sus promotores, menos como una soluci\"f3n al problema institucional del pa\"eds que como un veh\"edculo, un tanto desesperado, para sacar al

PRI del gobierno. En su extremo, quienes avanzan "soluciones integrales" proponen una nueva constituci\"f3n, como si la letra escrita fuese ley en el pa\"eds. Los m\"e9ritos de \"e9stas y otras propuestas no son peque\"f1

os, pero los problemas que presentan las soluciones mismas evidencian el enorme desaf\"edo que enfrenta el pa\"eds y los riesgos de dislocaci\"f3n, violencia y disrupci\"f3n que podr\"edan venir asociados con un cambio de partido en el gobierno.

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\par \tab Los avances en el desarrollo democr\"e1tico no se dan como resultado de grandes cambios en la estructura o arquitectura pol\"edtica ni a partir de acontecimientos traum\"e1ticos, sino de peque\"f1

os pasos y acuerdos que permiten ir sentando los cimientos de algo mejor. El reciente acuerdo entre los partidos de oposici\"f3n en torno a coaliciones es un buen paso en esta direcci\"f3n La pregunta es c\"f3mo se puede maximizar la construcci\"f3

n de nuevas instituciones y arreglos pol\"edticos para que el pr\"f3ximo gobierno, independientemente del partido del que \"e9ste provenga, enfrente contrapesos efectivos s

in impedir su capacidad de gobernar. Es decir, lo importante es asegurar que se avance hacia la construcci\"f3n de un equilibrio real y efectivo entre los poderes p\"fablicos, se modifiquen los incentivos que en la actualidad conducen hacia la par\"e1

lisis legislativa, la disrupci\"f3n pol\"edtica y la ingobernabilidad y se fortalezca la capacidad de la ciudadan\"eda de premiar o castigar el desempe\"f1o de los gobernantes. Puesto en otros t\"e9rminos, son menos trascendentes las elecciones del pr

\"f3ximo a\"f1o que las condiciones que existan para la gobernabilidad de la vida p\"fablica, algo que el PRI ya no puede garantizar. En el contexto actual, las elecciones del 2000 no pueden resolver ninguno de los problemas que aquejan al sistema pol

\"edtico, pero s\"ed pueden complicar mucho el panorama. Lo f\"e1cil es cambiarlo todo: pero, como bien sab\"eda Lampedussa, antes de proceder a cambiar por cambiar sin que esos cambios beneficien a la poblaci\"f3n o al pa\"eds, lo razonable ser\"ed

a apresurarnos a construir el andamiaje institucional del que el pa\"eds adolece. Sin eso, vendr\"e1 otro presidente y podr\"edan venir otros partidos, pero nada de eso asegurar\"e1 mejores tiempos para el pa\"eds.

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