PERCEPCIONES Y REALIDADES ANTE EL INFORME

Luis Rubio

Hay una enorme distancia entre lo que el gobierno está haciendo y lo que se propone hacer, por una parte, y lo que perciben, esperan y ven en su realidad cotidiana la mayoría de los mexicanos. Lo que le importa al mexicano es lo que percibe en su mundo inmediato y lo que le ocurre en su vida diaria. Para la mayoría de los mexicanos lo fundamental es la inseguridad pública y la situación económica. Para el gobierno lo fundamental es construir las bases de una economía competitiva y de un sistema político moderno. La población ve su realidad inmediata y reprueba al gobierno; el gobierno ve al alrgo plazo y reprueba las quejas de la sociedad. No me parece exagerado afirmar que hay un profundo divorcio entre lo que está haciendoel gobierno y lo que la sociedad percibe.

Los programas y planes gubernamentales para el sexenio, junto con las acciones que ya se han venido emprendiendo a lo largo de los últimos veinte meses son todos excepcionalmente visionarios. Aun en los momentos de mayor gravedad de la crisis a principios de 1995, los objetivos que se trazó en gobierno se inscribieron siempre en el contexto del largo plazo. A mi no me queda la menor duda de que la orientación general de la adminsitración es hacia la conformación de un futuro más sólido y más exitoso para el país en general y para los ámbitos económico y político en lo particular.

Si uno observa las distintas áreas de acción gubernamental, es difícil no coincidir con lo que el gobierno se propone hacer. En la parte económica el gobierno se ha propuesto reconstruir a la económica, restaurar la capacidad de crecimiento y construir los andamios de una economía exportadora que haga posible apuntalar el desarrollo interno sobre la parte más exitosa de la planta productiva. En el ámbito político, la agenda de trabajo es nada menos que espectacular: el gobierno se ha abocado a negociar las reglas de interacción política con los diversos actores en el ámbito electoral y se propone cambios substanciales en cosas tan esenciales como la libertad de prensa, el poder legislativo, las relaciones entre los estados y muncipios con la federación, etcétera etcétera. En el resto de las funciones gubernamentales los objetivos e incluso las acciones no son menos ambiciosas. El gobierno se ha dedicado a intentar abrir más mercados para las exportaciones mexicanas, así como a procurar un mayor flujo de inversión extranjera. También tiene el propósito de hacer uso de la multiplicidad de organismos internacionales en los que el país participa para convertirlos en palancas del desarrollo. En fin, es difícil disputar los objetivos.

La realidad cotidiana es otra cosa. No dudo en lo más mínimo de la buena voluntad de la mayoría de los funcionarios responsables de tan impresionante agenda ni de la convicción y devoción por llevarla a cabo. Pero sí existen al menos tres problemas generales. El primero es que prácticamente toda la agenda gubernamental se refiere al largo plazo, mientras que la población vive al día. El segundo problema es que hay una infinidad de contradicciones entre lo que el gobierno dice que quiere lograr y lo que de hecho hace. Finalmente, el tercer problema es que prácticamente ningún mexicano tiene la menor idea de lo que persigue el gobierno o de su importancia. El divorcio es real.

La realidad cotidiana de los mexicanos es muy simple: inseguridad permanente en sus vidas y posesiones y una situación económica de lo más precaria. De nada le sirve a una persona que la economía vaya a crecer mucho en la primera década del siglo próximo cuando no consigue empleo en la actualidad. Mucho más grave, porque sobre eso í tiene responsabilidad cabal el gobierno actual, los hijos de esa misma persona desempleada no tienen ni la menor esperanza de que la calidad de la educación que están recibiendo vaya a permitirles romper con el círculo vicioso de la pobreza y la marginación.

La política económica ha comenzado a arrojar algunos indicadores positivos, pero dista mucho de haber agotado sus posibilidades. Las contradicciones entre lo que se propone lograr y lo que la política incentiva, difícilmente podrían ser mayores. El gobierno habla de libre mercado, para su crédito a pesar de la enorme corriente en contra, pero mantiene un proteccionismo absurdo en el sector bancario, para detrimento de los deudores y, sobre todo, de los empresarios que están en condiciones de convertir créditos en riqueza con gran facilidad. Lo mismo ocurre en el ámbito comercial, donde -con razón- se sigue persiguiendo la apertura de nuevos mercados y de nuevos acuerdos comerciales, al mismo tiempo en que se elevan aranceles y se hace lo posible por complicar e impedir al máximo el flujo de las importaciones.

En el ámbito externo, la relación más importante que el país tiene sigue siendo extraordinariamente incierta. Nuestro mayor socio comercial y la inevitable principal relación política del país constituye uno de los objetivos de la política gubernamental, pero no una de sus realidades. Evidentemente, la relación con Estados Unidos es terriblemente compleja y difícil, razón por la cual debiéramos buscar acuerdos semejantes al TLC, en un sentido político, en el resto de ámbitos que son conflctivos, como son el tema migratorio y el de narcotráfico. Sin una definición política cabal en estos rubros, la relación seguirá siendo compleja y permanente generadora de crisis. Con ello, las obvias oportunidades que la vecindad ofrece seguirán siendo posibilidades abrumadas por el torrente de crisis cotidianas.

Es encomiable en enfoque gubernamental hacia el largo plazo. Pero la población vive en el presente. Esta situación se agrava todavía más cuando al gobierno le parece innecesario convencerla de sus objetivos o própósitos o, peor, cuando no le interesa en lo más mínimo lo que la motiva o lo que le parece importante. Ni el mejor barco puede funcionar si se ignora a los pasajeros o si, como ocurre a diario, se les sigue culpando de todo.