PEMEX – LOS VICIOS DE ORIGEN

Luis Rubio

El problema de Pemex no es presupuestal ni tiene que ver con el gasto en mantenimiento, sino su naturaleza y estructura de origen. Todo en esa entidad (porque no se le puede llamar empresa) fue diseñado para que un grupo de burócratas y miembros del sindicato lucraran del recurso natural más importante con que cuenta el país. Por décadas, ese mundo de fantasía benefició a ese pequeño grupo de privilegiados, a costa de los intereses del resto de los mexicanos. Los intentos recientes por comenzar a profesionalizar la administración de la industria súbitamente contrapusieron los intereses de algunos contra el resto de la entidad, produciendo el deterioro que se ha traducido en un accidente sobre otro. Sin cambiar la estructura y naturaleza de la entidad, el deterioro y el conflicto proseguirán.

Desde que se creó Petróleos Mexicanos luego de la expropiación de las empresas petroleras en 1938, la industria fue apropiada por su administración y sindicato. La retórica y la politización de que vino acompañada de la expropiación petrolera se convirtieron en el marco de referencia para quienes, a partir de ese momento, se convertirían en los nuevos encargados y responsables de la industria. En lugar de prácticas empresariales sanas, la nueva empresa se dejó llevar por el populismo y la retórica expropiatioria. No pareció haber mejor manera de interpretar el fervor nacionalista y revolucionario de la expropiación que otorgándole todos los beneficios de la riqueza petrolera a quienes trabajarían en la nueva empresa.

De esta manera, como si se tratara de una parcela de tierra respondiendo al llamado zapatista de que la tierra es para quien la trabaja, sucesivas adminsitraciones de Pemex y el sindicato vieron a la empresa como un botín y nada más. Con el pasar de los años esa realidad se institucionalizó a través de acuerdos explícitos en materia de contratos, a través de los cuales el sindicato no sólo representaría a los trabajadores, que era su función teórica, sino que sería el beneficiario de la mitad de los contratos de obra que requiriera la empresa. Es decir, el sindicato actuaría como empresario en la mitad de los contratos que expidiera la empresa. Con ello el sindicato dejó de ser meramente el representante de una de las partes en las negociaciones laborales, para convertirse en el beneficiario principal -y, de hecho, dueño- de la riqueza petrolera que, supuestamente, es de todos los mexicanos.

Los adminsitradores de Pemex y su burocracia desde 1938 no se quedaron a la zaga. Aunque el sindicato era una característica permanente en la empresa, la mayoría de los directores que fueron nombrados para encabezarla y sus equipos normalmente no tuvieron dificultad alguna para entender «la jugada» y convertirse en socios del sindicato en la obtención del botín. Lo importante era que todos los ahí involucrados salieran ganando, algo no muy difícil de lograr cuando se estaba dispuesto a participar y favorecer la corrupción, dado que el dueño de la empresa -el gobierno- jamás se ha preocupado por hacer valer su derecho y cumplir con la función de virtual fideicomisario que implícitamente tiene con todos los demás mexicanos.

6

6situacionesexpropiatoriaadministracionesadministración

6objetivos (al menos en teoría) , en frecuencia sigan coincidiendo,

5maraña de corruptelas y vicios, así como con es,,n. Todo esto ha producido óicaentidad la realidad

5

 

La vieja relación de beneficios mutuos entre el sindicato y la adminsitración ha desaparecido. La relación laboral se ha deteriorado de una manera creciente, al grado en que los intereses de ambos, por más que con gran frecuencia sigan coincidiendo, ya no son percibidos como iguales. Esto ha puesto al sindicato a la defensiva, lo que inevitablemente complica la operación de la entidad. En el caso de Cactus, según personas de Pemex, la explosión ocurrió porque los obreros sindicalizados se niegan a permitir que las válvulas automáticas de seguridad funcionen en automático, pues suponen que la automatización implica reducciones de personal. Al manejarlas en forma manual, incrementan los riesgos de que se cometa un error, tal y como ocurrió el día de la explosión. Lo interesante es que las válvulas automáticas fueron instaladas recientemente precisamente porque había habido mantenimiento preventivo y porque una auditoría de seguridad había indicado la necesidad de reemplazar las válvulas manuales por automáticas.

Los intentos por profesionalizar a Pemex y por reducir gastos no parecen haber afectado los presupuestos de mantenimiento y seguridad, pero sin duda han creado una situación explosiva debido a la mala relación que existe entre la adminsitración y el sindicato. Los objetivos de ambas partes son distintos y las desconfianzas enormes. Pero el problema no es exclusivo de Pemex. Los pleitos al interior de la entidad son problema de la entidad misma; pero en la medida en que afectan la vida de la ciudadanía, éstos pasan a ser asunto de la sociedad entera. El gobierno ha ignorado el interés de los mexicanos en la explotación de la riqueza petrolera, pero no puede ignorar el interés más básico por su seguridad física.

En la medida en que Pemex continúe siendo el botín de unos cuantos, la pretensión de ser una empresa al servicio de los mexicanos no dejará de ser lo que siempre ha sido: risible. Ese botín, como todos los botines, genera intereses encontrados que no son fáciles de conciliar. Y los intereses creados producen disposición a cualquier cosa con tal de preservarlos, como han revelado las explosiones de Guadalajara y las dos más recientes. Si no el interés económico de los mexicanos, ¿será posible proteger al menos su integridad física?