Luis Rubio
La reciente asamblea del PRI cambió la realidad política nacional. El mundo de la política no comienza ni se agota en el PRI, pero ningún actor político puede ignorar lo que haga ese partido. En este sentido, la XVI asamblea del PRI indudablemente tendrá repercusiones mucho más alla de ese partido. Para comenzar, esa asamblea bien puede haber acabado salvando al gobierno actual al obligarlo a actuar en el terreno político de una manera que no le era natural ni mucho menos prioritaria.
La trascendencia de lo que ocurrió en la asamblea del PRI es extraordinaria, particularmente porque ésta no ocurrió en un vacío, sino que se inscribe dentro de la transformación que experimenta la política nacional en general como resultado de la presión que han venido ejerciendo los partidos de oposición y de los cambios inducidos por el presidente Zedillo a partir de aquella expresión aparentemente tan simple de mantener una sana distancia respecto al PRI pero que, en realidad, constituía una redefinición radical de la naturaleza del sistema político tradicional.
De esta manera, la política mexicana ha experimentado dos grandes cambios entre 1994 y 1996. El primero fue la decisión de Ernesto Zedillo de alterar la estructura y naturaleza histórica de la presidencia al abdicar las llamadas facultades «meta-constitucionales» que todos sus predecesores habían empleado como instrumento para el control político. El segundo de los cambios, en parte respuesta al primero, fue la asamblea del PRI, en que el partido mostró una gran capacidad de consolidación interna y de acción independiente del gobierno. Estos dos cambios están directamente conectados: los priístas reprobaban las acciones presidenciales y en su asamblea actuaron al respecto.
Desde el inicio de la administración, el presidente fue intentando definir una nueva relación con el PRI, que fuese compatible con su convicción de la necesidad de abrir el sistema político, fortalecer a los poderes legislativo y judicial e incorporar a los procesos políticos al reino de la ley. Ese proceso de definición fue cambiando con el tiempo. Comenzó con la propuesta presidencial de manetener una «sana distancia» y llegó, en la asamblea, a definir al PRI como «mi partido». Los cambios y titubeoese proceso.
La implicación directa de la asamblea del PRI fue que el presidente súbitamente perdió el monopolio de la sucesión presidencial, monopolio que él había afirmado que no emplearía. Sin embargo, la reacción presidencial fue la de reconocer que en esa pérdida podía perder la capacidad de gobernar. De ahí que -contra todas sus acciones, sobre todo durante el primer año de gobierno- desde la asamblea el presidente se haya dedicado a tratar de recomponer la relación con el PRI. Como el PRI también ha venido cambiando tanto para ajustarse a la nueva lógica presidencial así como a la competencia real que enfrenta en las urnas en muchas partes del país, lo que estamos viendo es un proceso de acomodo de ambas partes, con resultados que probablemente no serán evidentes sino hasta después de las elecciones de 1997.
Tres parecen ser los escenarios que podría arrojar esta redefinición y recomposición de la relación PRI-gobierno. El primero es que el presidente intente retornar a las viejas estructuras de la presidencia. Este escenario implicaría que el presidente reconoce lo perdido y las dificultades de gobernar sin la estructura vieja, lo que le lleva a intentar liderear al PRI a la vieja usanza. Aunque retornar al pasado es claramente imposible, muchos de los dinosaurios indudablemente apoyarían al presidente si éste decidiese abandonar su pretensión de reforma. El segundo escenario, quizá el más probable, consistiría en que el presidente buscaría hacer todo lo necesario para asegurar su capacidad de proseguir con la política económica, único tema en el que no ha habido variación desde el principio, pero que comienza a verse afectado por la nueva situación política (como ejemplificó el caso de la petroquímica). Mientras que, por ejemplo, todo parecía indicar que la fracción priísta del próximo Congreso sería fuertemente anti-zedillista, en este escenario el presidente buscaría asegurar una presencia clara y fuerte en la Cámara de Diputados y Senadores a través de individuos confiables y leales para el próximo trienio. Su propósito sería el de mantener el control, asegurar la viabilidad política de la política económica y evitar nuevos retos a su credibilidad y permanencia.
El tercer escenario consistiría en una profunda reforma política, lidereada por el presidente, orientada a convertir al PRI en un verdadero partido, a crear nuevos tipos de mecanismos de participación y representación y a apoyarse en un PRI «renovado» para el futuro. Este escenario entrañaría un giro radical hacia la imparcialidad absoluta respecto a los partidos políticos y los procesos electorales, un énfasis muy superior en el terreno de los derechos ciudadanos y de la legalidad, un ánimo de transformación de las relaciones políticas, una decisiva acción en materia de seguridad de la ciudadanía, sometiendo a las policías a la ley, y un abandono de las prácticas patrimonialistas en el ámbito económico para introducir la economía de mercado de que habla el gobierno pero que todavía no lleva a la práctica. Todo indica que el énfasis se encontrará en el segundo escenario, lo que no tiene porque descartar algunos intentos de incursión, al menos discursiva, en el tercero.
Independientemente de cual llegue a ser el escenario que se conforme de aquí a las elecciones legislativas de 1997, la XVI asamblea del PRI ha obligado al gobierno a desplegar una inusual presencia en el terreno de lo político desde que ésta tuvo lugar. Es bastante evidente que ninguno de los criterios del actuar gubernamental que privaban antes de la asamblea sigue vigente en la actualidad. Hemos visto cambios en la propia estructura del PRI y un nuevo enfoque en las decisiones gubernamentales en general -sobre todo para incorporar las quejas y demandas de los grupos de interés dentro del partido (y de sus socios). Desde esta perspectiva, es posible anticipar algunos cambios significativos para los próximos meses en materia política. Por ejemplo: a) es muy probable que haya cambios en el gabinete, orientados a incorporar «zedillistas» y, con ello, proteger y fortalecer al gos que fueron acompañando a estos cambios de definición crearon dos situaciones. Por una parte, los enormes vacíos que dejó la retirada presidencial del control del partido, del poder legislativo y del judicial fueron tomados, al menos en muchas instancias, por los dinosaurios y no, como el presidente seguramente esperaba, por nuevas instancias que fortalecieran la democracia. Es decir, la primera consecuencia de la política presidencial fue el fortalecimiento de algunos dinosaurios y el debilitamiento de toda la estructura tradicional del sistema político, incluyendo la presidencia. Por otra parte, muchos priístas aprovecharon el descontrol presidencial para comenzar -realmente para continuar lo que ya venía desde los ochenta- una compleja restructuración y redefinición del propio partido. Esto fortaleció a los duros del partido, pero también permitió que el PRI comenzara a adoptar formas de partido en lugar de agencia de control político en manos del presidente. La asamblea no fue más que la culminación de ia experiementen profundosen y a que éste se distancie de su tradicioalfunción articulado políticamente al PRI Mas allá de las agresiones a la visa política civilizada que los priístas seguramente continuará inflingiéndole al país, la asamblea ha obligado al presidente a reposicionarse frente a su partido para asegurar la viabilidad de su programa económico. Por ello el desenlace de
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, luego de tomar mostróo grupos,
Esto hará del PRI un partido mas integrado y mejor capacitado para las justas electorales próximas, pero también un partido más agresivo y menos dispuesto a negociar cambios políticos que a hacer valer sus propios intereses.