CERTIDUMBRE Y CRECIMIENTO ECONOMICO

Luis Rubio

¿Qué es mejor -o menos malo- para el crecimiento económico: un ladrón que acecha intempestivamente o un bandido que se posesiona de una empresa o de una ciudad? Esta es una metáfora que emplean los autores de un nuevo libro* para intentar explicar qué es lo que permite que las economías de algunos países crezcan muy rápidamente, en tanto que las de otros se estanquen. La respuesta que dan los autores a esta interrogante es muy sugestiva: un ladrón se roba lo que ve a su paso y no le importa nada el futuro. Un bandido, en palabras de ellos, que se asienta en un lugar va a hacer lo posible por favorecer el crecimiento económico que le produzca ingresos en la forma de impuestos De esta parábola, los autores países y otros no se pueden explicar meramente por razones económicas o de política económica. De ahí, los autores relatan un conjunto de entrevistas realizadas en los diez países que estudiaron, de lo que concluyen que la esencia de la credibilidad de un gobierno yace en las facultades discrecionales con que cuenta. Mientras mayores son esas facultades, menor será su credibilidad. Para ilustrar este punto, comparan paises con elevadísima corrupción, como Italia, Japón o India, para demostrar que el crecimiento es independiente de la estructura política o de la existencia de corrupción. Más bien, dicen los autores, los gobiernos que tienen abundantes facultades discrecionales acaban abusando de ellas, con frecuencia sin darse cuenta.

Según los autores, lo que permite lograr esa credibilidad es «la existencia de un marco político caracterizado por reglas que no se hacen cumplir en forma arbitraria, así como por un proceso de definición de reglas que es transparente y predecible… El problema de la falta de creibilidad puede existir en una democracia y en una autocracia, puede tener caracterísitcas benévolas o malévolas». De una o de otra forma, dicen los autores, sin credibilidad gubernamental, no hay crecimiento económico. La credibilidad, por su parte, no se puede establecer por decreto; más bien, ésta se logra precisamente cuando un gobierno deja de tener la capacidad legal y política de alterar las reglas del juego cuando así lo considera pertinente.

Por todo lo anterior, aunque la política económica obviamente es crucial en la posibilidad de que un país logre que su economía crezca aceleradamente, el principal factor, y quizá el que se ha convertido en un ancla para el desarrollo de México, es de orden político. Las comparaciones contenidas en el libro demuestran convincentemente que lo importante para el crecimiento económico no es la existencia de un marco político democrático, sino de uno funcional: uno que sea predecible, confiable, constante y consistente. En alusión casi directamente relevante para nosotros, los autores afirman que un país puede adoptar formas democráticas, como elecciones limpias y reconocidas y, sin embargo, no lograr el crecimiento, pues lo que importa no es el hecho de la democracia, sino los arreglos institucionales que están detrás del sistema político y que son los que explican las elevadísimas tasas de inversión y de crecimiento que han vendio observando países nada democráticos como Singapur o el Chile de Pinochet, o tan inestables en términos polítocos como Tailandia e Italia. En todos estos países, la economía funciona al margen de la política porque no se ve afectada por ésta.

Si uno observa desapasionadamente el intento de construcción de un entorno estable y creible de política económica que tuvo lugar en el país a lo largo de los últimos años, es evidente una búsqueda sistemática por conferirle credibilidad a la política económica. En este sentido, el TLC con Estados Unidos y el ingreso a la OCDE fueron dos mecanismos diseñados conscientemente para establecer límites a los bandazos históricos en la política económica. En adición a lo anterior, se adoptaron políticas de avanzada en el marco del mundo de países en desarrollo con el objeto de aumentar la probabilidad de éxito de la economía mexicana. El hecho de que ninguno de estos mecanismos y decisiones haya logrado resolver el problema de la certidumbre, como hoy es notorio, sugiere que el problema es mucho menos estrictamente económico y mucho más de orden político. Por ello, lo que los autores del libro preguntan no es si existen las políticas idóneas para promover el desarrollo -las cuales probablemente, en un sentido general, ciertamente existen-, sino si éstas son creibles. Por donde uno le busque, no hay manera de afirmar que lo son. Y ese es el problema político de la economía mexicana.

En la medida en que un gobierno pueda cambiar las reglas del juego, aumentar los impuestos, redefinir las tarifas arancelarias, interpretar las leyes a su antojo o modificarlas con un mecanismo de aplanadora, sus políticas simplemllevan a conclusiones sumamente importantes para el México de hoy. En particular, su investigación es muy reveladora y contundente: los países que crecen son aquellos en los que existe fuerte credibilidad política y viceversa: los que se caracterizan por bajos niveles de crecimiento son precisamente aquellos en los que existen elevados niveles de invertidumbre, arbitrariedad gubernamental y discrecionalidad en la toma de decisiones, mismos que se traducen en bajos niveles de inversión y poco crecimiento.

*Borner, S. et al, Political Credibility and Economic Development, St Martin»s Press, 1995

El estudio compara seis países de América Latina con cuatro países asiáticos. Unos son plenamente democráticos, otros son dictaduras más o menos encubiertas y los demás son casos intermedios. El crecimiento económico de cada uno de ellos, sin embargo, trasciende a los sistemas políticos e incluso, dentro de ciertos márgenes, a la política económica. En una cita reveladora, los autores del libro citan a un empresario que había trabajado tanto en Indonesia como en Brasil: la diferencia entre Brasil e Indonesia es que «en Brasil llegaba todas las mañanas a mi oficina y lo primero que hacía era revisar los periódicos para ver si se había emitido un nuevo decreto o si había algún nuevo reglamento que pudiese afectar o destruir nuestro mercado. En Indonesia algo así no podría pasar nunca; el sentido de dirección general de la política gubernamental es bien conocido y el compromiso gubernamental de seguir esa dirección es completamente creible. En Indonesia ni siquiera tenía yo que ver los periódicos». Indonesia puede ser tanto o más corrupto que Brasil, más o menos democrático como sistema polítco. Sin embargo, los empresarios saben a qué atenerse y, por lo tanto, se dedican a invertir, a crear empleos y a crecer tanto como son capaces.

No creo que sea necesario preguntar si México se parece, en el ejemplo anterior, a Brasil o a Indonesia. Si algo ha plagado a México por décadas son precisamente los bandazos, los cambios de dirección, los cambios de política y, en una palabra, la ausencia de un marco de política económica que sea creible. La pregunta es qué es lo que permite lograr esa credibilidad y permanencia. La argumentación del libro es muy convincente, sobre todo porque nada tiene que ver con explicaciones ideológicas u ontológicas. Su enfoque es plenamente analítico.