EL COMBATE ELECT A LA POBREZA

Luis Rubio

Cualquiera que observe con el mínimo cuidado la enorme dimensidad que caracteriza al país, no podrá concluir otra cosa que no existen soluciones únicas a cada uno de los problemas que nos agravian. La naturaleza de las disputas rurales en Morelos nada tiene que ver con los problemas agrarios de Sonora ni con los de Chiapas. Lo mismo se puede decir de toda clase de problemas en otros ámbitos: desde la educación hasta la pobreza. Aunque existan semejanzas entre los problemas, las soluciones no siempre pueden ser generales.

El caso de la pobreza es uno que surge y resurge con gran frecuencia. No es para menos. La pobreza en el país es uno de los grandes impedimentos al desarrollo, a la vez de ser una verguenza en sí mismo. En ambos calificativos seguramente podríamos lograr un sonsenso nacional. Ese consenso sería, sin embargo, completamente inútil para definir una estrategia para erradicar la pobreza. El país es demasiado diverso y heterogéneo para intentar una solución única y general. Quizá más importante, los recursos disponibles para intentar disminuir la pobreza son finitos. Por ello, deberían utilizarse de la mejor manera posible.

El tema ha vuelto a la escena política por la publicación de un documento supuestamente confidencial en el que se propone modificar la estrategia de ataque a la pobreza de una manera radical. Hasta ahora, el ataque a la pobreza ha seguido diversas estrategias, unas más exitosas que otras, pero todas fundamentadas en una perimsa común: que el gobierno es el que debe decidir qué es lo que lo pobres necesitan. El documento que fue publicado plantea la noción de que el error en la estrategia de cambate a la pobreza en el pasado residía en que no se le daba opciones a las personas en lo individual, cuando son éstas las que debe decidir cómo salir adelante. La propuesta contenida en ese documento es que se le de una especie de tarjeta de crédito a los pobres para que reciban directamente -en el supermercado, por ejemplo- un subsidio. Es decir, la idea es que la familia que satisface los criterios de pobreza tendría la posibilidad de comprar leche en lugar de arroz o, si esa es su preferencia, gansitos en lugar de tortillas. Puesto de otra manera, la diea es que el subsidio gubernamental llegue directamente a cada familia en lugar de ser mediatizado por la burocracia.

La idea de que la persona -o la familia- puede decidir cómo gastar el subsidio -o rubro de gasto- destinado a combatir la pobreza constituye una idea revolucionaria. Representa un rompimiento medular con toda una tradición de lucha contra la pobreza que ha sido seguida por décadas. La duda obvia que todos deberíamos tener es si este nuevo invento tiene mejor posibilidad de resolver el problema de la pobreza. Una manera de intentar responder a esa duda es ver qué ese ha hecho en el pasado reciente.

A pesar de todas las críticas que se han lanzado en su contra, las bondades intrínsecas de Solidaridad fueron muy numerosas. Solidaridad tuvo varias etapas y algunos de sus objetivos fueron cambiando a lo largo del tiempo. En su inicio, Solidaridad buscó afaianzar la estabilidad política del país por medio de la creación de estructuras de decisión

México es un país sumamente grande y diverso como para pretender que lo que funciona en un lugar inevitablemente va a ser exitoso en otro. Ese sólo hecho sugiere que es necesario probar otros caminos, sin ignorar o abandonar los medios e instrumentos que han cumplido su cometido en pasado. El país es demasiado grande y complejo -además de carecer de recursos infinitos- como para pretender que la pobreza va a acabar mañana. ¿Por qué no, mejor, probar nuevos instrumentos donde éstos puedan funcionar (donde haya infraestructura telefónica, por ejemplo) y perseverar con otros en el resto del país? Así como no hay que abandonar el programa escolar de Solidaridad, quizá es tiempo de darle oportunidad a los pobre que viven en las urbes a que decidan qué hacer y cómo gastar por sí mismos.