Recuperación de la economía

La gran pregunta que queda por resolver es cuál va a ser el milagro que permita una recuperación de la economía en los próximos meses. Ciertamente, dado que la recesión ha sido sumamente aguda en algunos sectores, cualquier recuperación va a ser muy notoria y, obviamente, bienvenida. Sin embargo, según la mayoría de los economistas, no hay razón alguna para suponer que esa recuperación va a ser superior a un par de puntos porcentuales, que es más o menos el promedio histórico de ya casi tres décadas. Si los mexicanos no partimos del reconocimiento de que ésta afirmación es un hecho tangible y actuamos en consecuencia, será imposible lograr una verdadera recuperación que saque al país adelante, entendiendo por esto la creación de riqueza, empleos y elevados niveles de vida.

 

Lo primero que hay que aceptar es que tenemos un problema de fondo que impide que la economía crezca a un ritmo compatible con las necesidades de la sociedad en términos de empleo, consumo y creación de riqueza. El gobierno afirma, en el Plan Nacional de Desarrollo, que el nivel de crecimiento necesario es de cinco por ciento anual. Si vemos para atrás, hemos logrado, en promedio, más o menos la mitad de esa cifra desde mediados de los años sesenta. Es decir, a pesar de unos cuantos años de jauja, sobre todo cuando la deuda externa parecía gratuita e ilimitada y el alza de los precios de petróleo interminable, la realidad es que la economía mexicana tiene un problema serio que no ha sido resuelto.

 

En los meses pasados, el gobierno se ha abocado, con toda razón, a estabilizar la economía. La determinación con que ha perseguido ese objetivo es encomiable. De la misma forma, ha estado argumentando la necesidad de resolver algunos de los problemas financieros que han contribuido a las crisis de las últimas décadas, en particular el que concierne al ahorro interno. Independientemente de si el enfoque que el gobierno le está dando al problema del ahorro es el correcto, la pregunta que me hago es si la solución del problema del ahorro interno va a permitir que la economía crezca en forma elevada y sostenida. Si entiendo bien el planteamiento de la Secretaría de Hacienda, es importante elevar el ahorro interno para que haya suficiente capital que permita el desarrollo sin exponernos, una vez más, a situaciones de iliquidez internacional producto de movimientos de capital más o menos súbitos por parte de mexicanos o de extranjeros. Por mi parte, no tengo duda que si se elimina la volatilidad en la balanza de pagos se van a evitar altibajos brutales como el de diciembre pasado.

 

La realidad, sin embargo, es que la economía tampoco ha crecido mayor cosa en los años en que ha habido estabilidad en la balanza de pagos. De hecho, la economía mexicana ha recibido flujos espectaculares de capital a lo largo de los últimos veinte años y, sin embargo, el crecimiento promedio ha sido miserable. Tarde o temprano tendremos que empezar a ver que el problema no es sólo financiero y que la manía de querer reducir todos los problemas a un conjunto de números no va ser suficiente. No estoy sugiriendo que la estabilidad financiera sea despreciable ni mucho menos: sin estabilidad financiera todo el resto es irrelevante. El punto es que la mera estabilidad financiera es insuficiente para lograr la deseada recuperación.

 

Si se acepta el hecho de que tenemos un problema, el siguiente paso tendría que ser el de encontrar cuál es éste. Si se observan los volúmenes de inversión que llegaron al país entre mediados de los setenta y el fin del año pasado, lo obvio es que capital no ha faltado. Lo que ha faltado ha sido inversión directa, es decir, inversión productiva que se traduzca en creación de riqueza y empleos. Hemos tenido cantidades espectaculares de inversión financiera -que en sí no tiene nada de malo-, pero muy escasos flujos de inversión productiva. La pregunta es por qué.

 

Muchas son las teorías que pretenden explicar la razón por la cual algunas economías logran un crecimiento estable y elevado, en tanto que otras, como la nuestra, van de crisis en crisis. Es particularmente importante evaluar esta última crisis porque si algo ocurrió en los años que la precedieron fue un cambio estructural de grandes vuelos. A uno le puede gustar o no lo que se hizo, o parte de lo que se hizo, pero el hecho es que la economía no logró la ansiada recuperación, por más que, por primera vez en décadas, se enfrentaron muchos de los problemas ancestrales básicos. La lección de la reforma económica no es que ésta fuera buena o mala, sino que, a pesar de todo lo que ésta entrañó, no logró resolver el problema del crecimiento sostenido.

 

Si uno compara a la economía mexicana con otras que sí han crecido, particularmente con algunas de las asiáticas y con Chile, hay un tema que sobresale por encima de todos los demás.  A pesar de las reformas recientes, comparada con esas economías, la mexicana sigue siendo excesivamente regulada, está plagada de monopolios y cuasi monopolios tiene mercados financieros muy restrictivos y aquellas partes en que sí es flexible y dinámica típicamente son aquéllas en las que no debería haber flexibilidad alguna, como la ley y la justicia, y viceversa, donde es urgente la flexibilidad, como los mercados de trabajo, no hay ninguna.  Para las empresas medianas y pequeñas, estos no son temas teóricos o esotéricos, sino realidades cotidianas que les impiden salir adelante.  Remover estos impedimentos entrañaría, sin embargo, acciones políticas más que económicas, por lo que tienen que ser enfrentados como tales.  Es decir, la economía y sociedad mexicanas enfrentan problemas de orden político sin cuya solución la economía no se va recuperar.

 

Yo no se si los cambios que el gobierno ha incorporado en los impuestos y los que pretende en otras facetas de la economía van a lograr una menor volatilidad en la balanza de pagos, o una mayor estabilidad y predictibilidad en el tipo de cambio. Lo que sí se es que esas acciones no van a rescatar a la economía de su letargo histórico, ni van a sacar al país adelante. Hasta que no reconozcamos la existencia de un problema fundamental -de carácter institucional y político- más allá de lo financiero, la economía va a seguir donde está: en la lona.