Luis Rubio
El primer libro que leí al comenzar a estudiar ciencia política fue Introducción al pensamiento político de Umberto Cerroni, un libro pequeño pero sustancioso. Ahí conocí primicias de Maquiavelo no sólo como el primer articulador del pensamiento político formal en la era moderna, sino como como algo distinto a la vida religiosa. Maquiavelo ha sido siempre interpretado como el conceptualizador de la razón de estado, separando la ética del poder. Es en este contexto que fue extraordinario leer el libro de Philip Bobbitt The Garments of Court and Palace, un análisis sobre Maquiavelo que rompe con toda esa tradición. Para Bobbitt, Maquiavelo fue el gran constructor del estado constitucional porque separó el interés de la persona que gobierna del interés del Estado; según Bobbitt, todo el punto de Maquiavelo fue que el gobernante tiene intereses distintos a los del Estado y que son los de éste último que deben privar. Así, aunque innumerables políticos emplean a Maquiavelo como guía de avance personal, para Bobbitt Maquiavelo no fue el pensador del poder inmoral, sino el gran constructor del Estado moderno, de la república. Fascinante lectura.
En La curva de aprendizaje de los dictadores, William J. Dobson estudia el mundo cambiante de los dictadores a lo largo del tiempo. Su principal argumento es que antes los gobiernos autoritarios podían preservarse en la medida en que lograran algunas fuentes sostenibles de estabilidad, como el crecimiento económico; sin embargo, en las últimas décadas, eso ha cambiado porque mantener el poder se ha tornado en una enorme complejidad dada la aparición de la información instantánea como una realidad que afecta al ejercicio del poder y fortalece la capacidad de la sociedad para defenderse del abuso. Sin embargo, argumenta Dobson, si bien uno podría pensar que esto llevaría a la desaparición de las dictaduras, lo que realmente ha ocurrido es que los dictadores han aprendido a adaptarse, aprovechando las ventajas de la globalización y ajustando sus estrategias para preservar el poder. Así, mientras que Stalin mantenía un reino de terror que amenazaba a su población día y noche, Putin mantiene un régimen autoritario pero no tiene problema en que los ciudadanos rusos viajen por el mundo. De la misma forma, el viejo sistema económico chino que empobrecía a su gente ha sido reemplazado por una moderna economía industrial plenamente integrada al mundo internacional, pero eso no ha modificado el régimen comunista de antaño. Lo interesante de la discusión de Dobson es que hoy perviven dos procesos de adaptación: el de los dictadores y el de las sociedades y su especulación es que no es obvio cuál ganará.
Michael Walzer es un especialista en teoría política que se hizo famoso en los setenta por su libro sobre las guerras justas e injustas. En ese libro analiza operaciones militares a lo largo de la historia, desde Atenas hasta Vietnam, y establece un conjunto de parámetros éticos para la conducción de guerras. Ese libro transformó el debate estadounidense y colocó a Walzer en un lugar privilegiado de la discusión política en su país. Ahora acaba de publicar un nuevo libro, éste intitulado La paradoja de la liberación, en el que se pregunta por qué diversos movimientos de liberación nacional que comienzan de manera por demás prometedora –en términos democráticos y liberales- acaban siendo rebasados por fuerzas religiosas fundamentalistas. Los casos prototípicos a los que se refiere Walzer son India, Argelia e Israel, cada uno con sus características peculiares, pero todos compartiendo un proceso sociopolítico común: los movimientos comienzan desde la izquierda típicamente liberal pero acaban copados por la derecha religiosa. El argumento de Walzer es que no siempre se cancelan las estructuras democráticas que ya existían, pero sí cambian en su esencia. Su punto medular es que el movimiento original pierde la hegemonía cultural y política, como ilustran sus casos de estudio, ante las hordas hinduistas, islámicas y ortodoxas, respectivamente: el papel de la religión, dice el autor, es el factor siempre subestimado en la motivación humana. Parece evidente que el tiempo de publicación de este libro no es casual: Walzer no se sorprende por el devenir de la llamada “primavera árabe”.
El congreso en ocasiones parece un circo, si no es que un zoológico. Los diputados y senadores se desviven en sus quejas, discursos de repente despiadados, con frecuencia desinformados. Parecería que no saldría sobrando un estudio antropológico de tan peculiar institución. Eso es exactamente lo que Emma Crewe ha hecho sobre el parlamento inglés en The House of Commons, y el resultado es tanto iluminador como divertido. Crewe analiza el conflicto, cooperación, lealtades, ideología, cálculo político y, en general, las motivaciones de quienes ahí entran, las relaciones entre líderes, la cercanía o distancia con sus representados y la tensión entre hacer algo relevante (en términos de avance personal, triunfos partidistas o beneficio a los votantes) y desarrollar una carrera política. El libro ilustra las contradicciones de la vida parlamentaria, pero sobre todo los dilemas que acompañan a quienes afirman querer cambiar al mundo.
Thomas De Quincey decía que algunos libros educan a sus lectores, en tanto que otros cambian al mundo al motivarlos. Los primeros son “literatura del conocimiento” y los segundos “literatura de poder”. Usted decida dónde caen estos.
@lrubiof
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