Los buenos y los malos
{\rtf1\ansi\ansicpg1252\uc1 \deff0\deflang1033\deflangfe3082{\fonttbl{\f0\froman\fcharset0\fprq2{\*\panose 02020603050405020304}Times New Roman;}}{\colortbl;\red0\green0\blue0;\red0\green0\blue255;\red0\green255\blue255;\red0\green255\blue0;
\red255\green0\blue255;\red255\green0\blue0;\red255\green255\blue0;\red255\green255\blue255;\red0\green0\blue128;\red0\green128\blue128;\red0\green128\blue0;\red128\green0\blue128;\red128\green0\blue0;\red128\green128\blue0;\red128\green128\blue128;
\red192\green192\blue192;}{\stylesheet{\nowidctlpar\widctlpar\adjustright \fs20\lang2058\cgrid \snext0 Normal;}{\*\cs10 \additive Default Paragraph Font;}{\s15\nowidctlpar\widctlpar\tqc\tx4419\tqr\tx8838\adjustright \fs20\lang2058\cgrid
\sbasedon0 \snext15 footer;}{\*\cs16 \additive \sbasedon10 page number;}}{\info{\title Los buenos y los malos}{\author Velia Luz Hern\"e1ndez}{\operator Velia Luz Hern\"e1ndez}{\creatim\yr1999\mo6\dy4\hr9\min8}{\revtim\yr1999\mo6\dy18\hr16\min25}
{\printim\yr1999\mo6\dy18\hr16\min24}{\version7}{\edmins72}{\nofpages6}{\nofwords1467}{\nofchars7630}{\*\company Centro de Investigaci\"f3n para el Desarrollo, A. C.}{\nofcharsws10271}{\vern73}}\margl1701\margr1701\margt1417\margb1417
\widowctrl\ftnbj\aenddoc\hyphhotz425\hyphcaps0\formshade\viewkind4\viewscale100\pgbrdrhead\pgbrdrfoot \fet0\sectd \linex0\headery709\footery709\colsx709\endnhere\sectdefaultcl {\footer \pard\plain \s15\nowidctlpar\widctlpar
\tqc\tx4419\tqr\tx8838\pvpara\phmrg\posxc\posy0\adjustright \fs20\lang2058\cgrid {\field{\*\fldinst {\cs16 PAGE }}{\fldrslt {\cs16\lang1024 1}}}{\cs16
\par }\pard \s15\nowidctlpar\widctlpar\tqc\tx4419\tqr\tx8838\adjustright {
\par }}{\*\pnseclvl1\pnucrm\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxta .}}{\*\pnseclvl2\pnucltr\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxta .}}{\*\pnseclvl3\pndec\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxta .}}{\*\pnseclvl4\pnlcltr\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxta )}}
{\*\pnseclvl5\pndec\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxtb (}{\pntxta )}}{\*\pnseclvl6\pnlcltr\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxtb (}{\pntxta )}}{\*\pnseclvl7\pnlcrm\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxtb (}{\pntxta )}}{\*\pnseclvl8
\pnlcltr\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxtb (}{\pntxta )}}{\*\pnseclvl9\pnlcrm\pnstart1\pnindent720\pnhang{\pntxtb (}{\pntxta )}}\pard\plain \qc\ri191\sl480\slmult1\nowidctlpar\widctlpar\tx8647\adjustright \fs20\lang2058\cgrid {\fs24
Los buenos y los malos
\par }\pard \qr\ri191\sl480\slmult1\nowidctlpar\widctlpar\tx8647\adjustright {\fs24 Luis Rubio
\par }\pard \qj\ri191\sl480\slmult1\nowidctlpar\widctlpar\tx8647\adjustright {\fs24
\par La tragedia de un sistema pol\"edtico fundamentado en el intercambio permanente de lealtades y complicidades es que el c\"ed
rculo vicioso nunca termina. Tarde o temprano, una de las dos partes decide que ya no le conviene el intercambio, dejando a la otra colgada de la l\"e1mpara. En muchos casos las cosas simplemente acaban ah\"ed. En muchos otros, co
mo con las recientes declaraciones del se\"f1or Cabal Peniche respecto a los donativos que dice otorg\"f3 a las diversas campa\"f1as pri\"edstas en 1994, la complicidad de antes se torna en la venganza de ahora. M\"e1s all\"e1
del impacto electoral que las revelaciones pudiesen tener en un momento dado, la sucesi\"f3n de circunstancias nos permite observar qu\"e9 tanto camino nos falta por recorrer en pos de la elusiva democracia.
\par
\par Las complicidades son la esencia de este sistema pol\"edtico. Desde que se invent\"f3 el sistema pol\"edtico mexicano a finales de la d\"e9cada de los veinte, todo oper\"f3
en torno a un sistema de intercambios: se pagaba la lealtad con beneficios concretos. El gobierno obten\"eda la sumisi\"f3n de todos los actores pol\"edticos, econ\"f3micos y sociales relevantes a cambio de la promesa de acceso al poder o a
los beneficios de la corrupci\"f3n. El sistema se retroalimentaba de manera natural, creando una cadena de complicidades en la que todos los participantes ganaban m\"e1s jugando el juego que qued\"e1ndose afuera. Por muchos a\"f1os, el sistema parec\"ed
a invencible, lo que lo hizo florecer. Con el tiempo, sin embargo, aparecieron serias fisuras en el concepto, en parte porque no hab\"eda medios econ\"f3micos que alcanzaran para satisfacer a todos los que se sent\"ed
an derechohabientes (y, de hecho, el gobierno casi quiebra en 1982 por intentarlo), como porque algunos de los activos participantes comenzaron a sentirse menospreciados. Muchos de los expri\"edstas que hoy en d\"ed
a encabezan el PRD abandonaron originalmente al PRI, menos por sus grandes convicciones ideol\"f3gicas que por su certeza de que el sistema les hab\"eda fallado: la Revoluci\"f3n no les hab\"eda hecho "justicia" en el grado
que ellos estimaban les correspond\"eda.
\par
\par Algo semejante ocurri\"f3 en la econom\"eda. As\"ed como muchos pol\"edticos dejaron de responder al mandato centralista, algunos empresarios cambiaron su manera de ser luego de que el gobierno comenz\"f3
a transferir una parte de la responsabilidad de producir bienes y servicios al sector privado. Desafortunadamente, el gobierno transfiri\"f3 empresas y activos, pero no abdic\"f3 la facultad que por d\"e9cadas se hab\"eda arrogado de ser el guardi\"e1
n implacable de la llave que determinaba la generaci\"f3n de riqueza. El gobierno vendi\"f3 empresas y elimin\"f3 regulaciones en un sinn\"famero de \"e1mbitos, pero no cre\"f3 un entorno competitivo caracter\"edstico de una econom\"eda
abierta. En lugar de abrir la actividad econ\"f3mica y someter a las empresas a un r\"e9gimen competitivo de mercado que las obligara a elevar la productividad, el gobierno vendi\"f3 franquicias y concesiones virtuales o reales
, en muchos casos a sus empresarios favoritos. En lugar de transferirles activos para que los mejoraran y explotaran, les transfiri\"f3 derechos y privilegios. S\"f3lo as\"ed se explica el comportamiento de las autoridades regulatorias en \"e1
mbitos que van desde la telefon\"eda hasta la aviaci\"f3n, pasando por la banca y las carreteras. Las mismas administraciones gubernamentales que por tres sexenios han pretendido reformar a la econom\"ed
a, se han dedicado a crear espacios de privilegio no sujetos a competencia alguna.
\par
\par El problema es que esas acciones tienen consecuencias. No es casualidad que el sector bancario sea, con mucho, el m\"e1s subdesarrollado de la econom\"eda o que la empresa telef\"f3nica sea la m\"e1s rica de todas las empresas del pa\"ed
s. Ambas circunstancias son resultado de la peculiar manera en que \"e9stas se privatizaron y se
han regulado hasta el momento. Para lo vendedores de aquel entonces, lo importante era generar enormes cantidades de dinero para las arcas gubernamentales sin que mediara consideraci\"f3n alguna sobre el efecto econ\"f3mico, pol\"edtico o social
de conducir el proceso con ese criterio. El subdesarrollo bancario se ha convertido en el principal obst\"e1culo que impide que la econom\"eda dom\"e9stica d\"e9
la vuelta y comience a crecer y desarrollarse, en tanto que la ausencia de competencia efectiva en la telefon\"eda y otras ramas de las comunicaciones, como fehacientemente demuestra el reporte respectivo de la Organizaci\"f3n de Cooperaci\"f3
n y Desarrollo Econ\"f3mico (OECD), es motivo hasta de verg\"fcenzas internacionales. Pero el problema de fondo no es econ\"f3mico sino pol\"edtico.
\par
\par Detr\"e1s de las decisiones que llevaron al gobierno a tratar de retener todos los controles posibles sobre la actividad econ\"f3mica yace todo el sistema de complicidades que antes se restring\"eda, en la mayor\"eda de los casos, a los actores pol\"ed
ticos. Con las privatizaciones, el sistema de complicidades se ampli\"f3 para incluir a quien se dejara y a quien conviniera. Carlos Cabal Peniche no fue la excepci\"f3
n en su comportamiento respecto al gobierno. Lo que lo diferencia de otros vividores y participantes de la relaci\"f3n incestuosa que producen las complicidades es que a \"e9l decidieron perseguirlo y a otros no. En esto el sistema no ha cambiado ni un
\"e1pice: en Cabal el gobierno encontr\"f3 a un individuo dispuesto a hacer el trabajo sucio a cambio de convertirse en un jugador exitoso en el sistema; cumpli\"f3 con su tarea pero en el proceso le cre\"f3 un problema pol\"ed
tico al propio gobierno. En esas condiciones el gobierno no tuvo de otra m\"e1s que hacerle caer en una trampa y colgarlo en la plaza p\"fablica. Esta escena ha ocurrido una y otra vez en los \"faltimos setenta a\"f1
os y sin la menor duda la abrumadora mayor\"eda quienes fueron perseguidos (que desde luego fueron las excepciones que confirman la regla de la impunidad), han sido culpables de lo que se les ha achacado. Pero la raz\"f3
n por la que se les ha perseguido nada tuvo -o tiene- que ver con sus sucios negocios, sino con el hecho de que, por alg\"fan error pol\"edtico, pusieron en entredicho el sistema de complicidades:, es decir, violaron las reglas no escritas del sistema.
\par
\par El problema de fondo, en una palabra, es que la l\"f3gica del viejo sistema sigue existiendo y se sigue rigiendo con reglas no escritas. El regulador autoriza una determinada transacci\"f3n por aberrante y arbitraria que sea
-por ejemplo aquella por medio de la cual Televisa pag\"f3 por los pasivos de su }{\i\fs28 holding }{\fs24 controladora llamada Alameda a costa de todos los accionistas minoritarios de la empresa Televisa- porque \"e9
sta sirve a los necesidades o intereses de corto plazo de algunos pol\"edticos o del gobierno, independientemente de que perjudique el desarrollo del sistema financiero y a la econom\"eda del pa\"ed
s. De la misma manera, las autoridades regulatorias impiden que las empresas deseosas de competir en el mercado telef\"f3nico puedan prosperar,
no porque sus servicios o precios sean buenos o malos, sino porque la empresa establecida sirve a sus intereses pol\"edticos particulares o a su deseo de mantener un f\"e9
rreo control en todos aquellos sectores y actividades que siguen cerrados y protegidos. En una palabra, por m\"e1s que ha habido infinidad de cambios econ\"f3micos y pol\"edticos, el paradigma que nos rige no ha cambiado ni en un \"e1pice.
\par
\par Lo peor de todo es que los miembros de la burocracia gubernamental argumentan que su acci\"f3n regulatoria evita los "excesos" del mercado, lo que hace, seg\"fan ellos, m\"e1
s atractivo el mercado nacional para los empresarios e inversionistas. La realidad es exactamente la contraria: con la sola excepci\"f3n del empresario o inversionista que se ve agraciado por la preferencia y deferencia gube
rnamental -como fue el caso de Cabal Peniche por un buen n\"famero de a\"f1os- todos los dem\"e1s encuentran arbitrariedad y abuso en lo que no es un mercado abierto y competitivo, raz\"f3
n por la que prefieren mantenerse al margen. Los empresarios extranjeros invierten tanto como requieren para sus prop\"f3sitos, pero con frecuencia no ven al pa\"eds como un mercado intr\"ed
nsecamente interesante (lo que se nota, entre otras, por los niveles muy bajos de inversi\"f3n extranjera que se dirije a satisfacer al mercado interno), en tanto que much
os de los empresarios mexicanos se diversifican y extienden hacia otras latitudes. El comportamiento de ambos es absolutamente racional: tanto inversionistas, como empresarios aprovechan las ventajas que ofrece el pa\"eds, pero no van mas all\"e1
. Saben, de entrada, que el juego no es limpio porque no hay la m\"e1s m\"ednima transparencia, en el actuar gubernamental, raz\"f3n por la cual sus decisiones de inversi\"f3n son reservadas y, con frecuencia, menores a las que podr\"ed
an ser y a lo que el pa\"eds requiere. Las oportunidades que tiene el pa\"eds frente a s\"ed
son verdaderamente extraordinarias; sin embargo, pocas se aprovechan porque seguimos dominados por el sistema de complicidades que el gobierno simplemente se rehusa a erradicar de una vez por todas.
\par
\par El punto es sencillo: mientras las autoridades tengan la facultad de sesgar sus acciones y decisiones en favor de alg\"fan jugador (que bien puede ser el propio gobierno con otra cachucha), todos los dem\"e1s pierden. Ese jugador se podr\"e1
hacer muy rico y pr\"f3spero, pero el pa\"eds en su conjunto se va a empobrecer. Esto no tiene vuelta de hoja, as\"ed se trate del mercado de valores, de los bancos o de las comunicaciones. En todos aquellos \"e1
mbitos en que sigue sin haber competencia efectiva, la arbitrariedad gubernamental es due\"f1a del bal\"f3n. Las consecuencias son evidentes y lo peor es que las pagamos todos.
\par
\par