La banca mexicana corre el riesgo de morir de inanición. Este es un problema central de la discusión sobre el Fobaproa en el momento actual y nadie parece estar prestándole atención. El debate cotidiano sobre el Fobaproa se ha orientado, lógicamente, hacia los extraordinarios costos del fondo que se constituyó para proteger el ahorro depositado en los bancos, así como a la búsqueda insaciable de los “malos” y los culpables. Es evidente que las causas del problema actual del Fobaproa tienen que ser plenamente identificadas de tal suerte que tanto las preocupaciones, dudas y sospechas de los diputados, así como las de la población, queden plenamente despejadas. Pero el debate político no debe soslayar un factor crucial que parece haberse perdido en el proceso: el del número creciente de bancos que muy pronto va a comenzar a enfrentar problemas de liquidez. Sin una solución al problema bancario, la economía mexicana no tiene viabilidad.
El conflicto político desatado por la iniciativa presidencial de reconocer los pasivos del Fobaproa como deuda pública ha empañado un problema mucho más inmediato que amenaza el crecimiento de la economía mexicana. El debate sobre el Fobaproa ha tomado un curso evidentemente distinto al que pretendía el gobierno. El gobierno, en un desplante de responsabilidad, pero también de ingenuidad, envió al Congreso una iniciativa de ley encaminada a formalizar los pasivos contingentes que actualmente se encuentran contabilizados en Foabaproa como deuda pública. En estricto sentido, la iniciativa gubernamental no buscaba otra cosa que la de hacer transparente el pasivo incurrido por el Fobaproa puesto que hoy ya goza del aval gubernamental, razón por la cual es, para todo fin práctico, deuda pública.
Pero en esta época, en la que lo único que parece ser importante en la política mexicana es la lucha descarada, violenta y sin límites por el poder, era absolutamente inevitable que un tema tan candente como el del Fobaproa no acabara siendo parte de esa lucha política que todo lo consume y pervierte. Falta ver si de ese debate se puede generar un final positivo: un reconocimiento generalizado sobre la necesidad imperiosa de hacer de la transparencia una práctica cotidiana en todos los procesos de decisión en el país, pero ese es otro tema.
En el tema del Fobaproa, el gobierno simplemente envió su iniciativa al Congreso, confiando que luego de un breve debate se aprobaría sin más. Pero el contenido de la iniciativa y sus implicaciones potenciales resultaron ser demasiado graves como para que fuesen aprobadas sin una discusión de esencia, además de que eran demasiado apetecibles, como para que el PRD perdiera la oportunidad de acribillar al gobierno en el camino. Fobaproa inauguró una nueva faceta en la lucha política nacional, toda vez que le dio la oportunidad al PRD de definir la agenda pública. El PRD, siempre listo, se ha abocado a desacreditar al gobierno y al PRI, así como a elevar el costo político de que el PAN participe en la aprobación de la iniciativa. La ingenuidad e inocencia del gobierno ganó sobre su sentido de responsabilidad.
El debate relativo a los pasivos del Fobaproa va a tomar su curso y no parece haber nada ni nadie que vaya a poder impedirlo. Detrás del debate hay un hecho real y una infinidad de especulaciones, esperanzas, sospechas y temores. El hecho real es que el Fobaproa representa un pasivo contingente de sesenta y cinco mil millones de dólares garantizado por el gobierno federal. En castellano simple, lo anterior quiere decir que se trata de deuda pública (aunque formalmente no haya sido reconocida como tal) por un máximo de ese monto (pues, en teoría, algo de los activos podría ser vendido y recuperado). Todo el resto es un hoyo negro que produce especulaciones, sospechas y temores. Dado que el PRD ha tomado el control de la agenda política, lo que ha predominado en el debate son las sospechas y las acusaciones. Lo que haya de verdad en esas sospechas evidentemente debe hacerse público. Pero hay otros ángulos que no sólo son importantes, sino urgentes.
El debate hasta el momento se ha centrado en las causas del problema del Fobaproa y en sus implicaciones, sobre todo para el gasto público. Pero hay otro ángulo que debe ser incorporado en la discusión: el de los bancos mismos. Al margen de las causas originales que llevaron al problema bancario actual, el Fobaproa está constituido por cartera que los bancos le vendieron a ese fondo con el objeto de fortalecerse (y, de hecho, evitar una capitalización inmediata). La venta de cartera, mucha de ella mala, le permitió a los bancos hacerse de un activo, el llamado Cete especial o «Super Cete»; con éste, la cartera que el banco transfirió al Fobaproa quedó plenamente garantizada y respaldada por el gobierno. Pero los «Super Cetes» tienen dos características muy significativa que, en los próximos meses, van a comenzar a causar problemas: a diferencia de los Cetes normales (Certificados de la Tesorería), que cualquier persona puede comprar, los “Super Cetes” originalmente emitidos por el Fobaproa no pagan intereses mensuales o trimestrales, sino que los acumulan para pagarlos íntegramente al vencimiento que, en el caso de esos instrumentos, es de diez años.
La compra de cartera que realizó el Fobaproa salvó a los bancos en el momento inmediato porque garantizó el ahorro del público. Aunque el Fobaproa resolvió sólo parcialmente el problema de insuficiencia de capital de los bancos (de hecho, la gran mayoría de los accionistas de los bancos perdieron todo o gran parte de su capital), no resolvió el de su viabilidad. La razón de esto es muy simple: mientras que un crédito normal supone pagos mensuales al banco, el Cete original del Fobaproa implica una garantía, pero nada de ingresos sino hasta el fin del décimo año. Para el banco, la falta de ingresos por concepto de esa cartera implica que puede no tener los recursos suficientes para pagar los intereses que causan los depósitos de sus clientes, los sueldos de sus empleados, las rentas de sus sucursales, etcétera. Algunos bancos tienen una proporción enorme de sus activos en el Fobaproa, lo que implica que no tienen -o no van a tener en el futuro mediato- la liquidez suficiente para poder afrontar sus obligaciones. Algunos bancos han observado un deterioro tan grande en su balance en estos años por la falta de pago de sus acreditados -por la suma de la cartera mala, la cartera en disputa, la cartera de muy baja productividad y la cartera del Fobaproa- que confrontan ya problemas agudos de liquidez, los que podrían rápidamente convertirse en problemas de solvencia. Algunos bancos tienen gastos en intereses, rentas y demás que son superiores a sus ingresos por concepto de pagos por créditos vigentes.
El tema es todo menos que esotérico. La salud de los bancos y del sistema financiero en general es una condición indispensable para el desarrollo de la economía. Un conjunto de bancos débiles, disfuncionales y estructuralmente incapaces de financiar el crecimiento constituye no sólo una desventaja brutal frente a nuestros competidores, sino un riesgo fenomenal para la estabilidad de la economía. No hay la menor duda de que uno de los principales elementos que empujaron a la economía al despeñadero de 1995 fue precisamente la debilidad de los bancos, situación que no se ha resuelto.
La conversión de los activos del Fobaproa en deuda pública tendría el efecto de transformar los Cetes “especiales” en Cetes normales. Esto implicaría que los bancos súbitamente recibirían ingresos (intereses) por al menos parte de la cartera que hoy representan los títulos emitidos por el Fobaproa (de los cuales una porción ya está pagando intereses mensuales a los bancos en peor situación de liquidez, de acuerdo a lo aprobado en el presupuesto del Gobierno Federal de 1998). En muchos casos, ese sólo hecho les restauraría la liquidez que requieren para no entrar en una situación de insolvencia.
Algunos bancos todavía hoy tienen problemas tan serios que ni eso resolvería su situación, razón por la cual tienen que ser capitalizados por nuevos accionistas -mexicanos o extranjeros. En estas condiciones, es vital que se resuelva el problema del Fobaproa lo antes posible, pues sin ello algunos de los pocos bancos reprivatizados que quedan en manos de los accionistas que originalmente los adquirieron podrían entrar en una crisis de liquidez. Hay que recordar que la mayoría de las crisis financieras comienzan con problemas de liquidez que muy rápido acaban transformándose en problemas de insolvencia. Los diputados tienen que avanzar la causa de la transparencia en el país; pero también tienen la obligación de atender los problemas mundanos inmediatos que rápidamente podrían hacer irrelevante cualquier avance en otros ámbitos.
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