LAS AFORES – AHORRO O EXPOLIACION

Luis Rubio

El ahorro interno es la prioridad económica del gobierno federal. A partir de la devaluación de 1994, el gobierno decidió que sólo con una elevada tasa de ahorro interno se podría evitar la recurrencia de las crisis cambiarias. Este diagnóstico le llevó a utilizar dos caminos complementarios para lograr tal objetivo. Por un lado, elevó los impuestos, particularmente el IVA, como mecanismo de ahorro forzoso. Por otra parte, modificó la estructura y operación del sistema de retiro, cesantía y vejez que antes administraba el IMSS. Las llamadas Afores son empresas privadas que en lo sucesivo van a administrar los fondos para el retiro. Ahora que estamos siendo bombardeados por la publicidad de dichas instituciones, es pertinente reconocer que junto con el resto de la población actualmente afiliada al IMSS, estamos en peligro de ser esquilmados una vez más como ha sucedido con el fondo de pensiones del IMSS y con el despojo vía INFONAVIT.

La creación de las llamadas Afores, administradoras de fondos para el retiro, es un intento por asegurar que el ahorro interno se incremente en forma significativa. Las Afores vienen a substituir al IMSS como la fuente fundamental de recursos para cuando los trabajadores de hoy lleguen a ser pensionados. En el pasado, las empresas, los empleados y trabajadores hacían aportaciones al IMSS para ir constituyendo un fondo colectivo, mismo que, en teoría, el IMSS invertía a fin de aumentar el valor del fondo y contar con los recursos necesarios para hacer frente a su obligación con los trabajadores. En la realidad, el IMSS se dedicó a dispendiar ese dinero en la construcción de suntuosos hospitales, teatros, unidades habitacionales, etc. y, sobre todo, en el subsidio al creciente costo de los servicios médicos del propio Seguro Social. Es decir, en lugar de mantener separadas las cuentas de seguro médicas de las cuentas de pensiones, el IMSS las sumó y acabó utilizándolas a su antojo. Esto hizo posible que los gastos médicos, los sueldos, las prestaciones del personal y demás crecieran muy por encima de la inflación. Desde la perspectiva de los mexicanos que aportaron sus ahorros al IMSS para garantizar un retiro digno, lo que sus sucesivas administraciones hicieron fue nada menos que un robo.

El sistema de pensiones plenamente financiadas fue adoptado por Chile en los setenta con enorme éxito. A diferencia del sistema globalizador de solidaridad intergeneracional que regía en el IMSS, las Afores van a ir recibiendo los pagos por parte de patrones y empleados a lo largo del tiempo y lo van a depositar en cuentas individuales a nombre de cada titular. De esta manera, el total de ahorro que acumule cada persona va a depender de las aportaciones que realice a lo largo del tiempo. La persona sabrá con precisión cuánto lleva ahorrado, lo que le permitirá contar con esos fondos de una manera confiable. En Chile, y más recientemente en Argentina, esos sistemas han logrado verdaderos milagros no sólo porque ahora las personas que cuentan con pesos constantes y sonantes en lugar de vagas promesas, sino también porque el ahorro interno de ambas naciones ha crecido en forma dramática. La idea es excelente.

Sin embargo, las bondades del esquema desmerecen cuando se analizan comparativamente las comisiones que las distintas Afores cobran. El abuso parece caracterizar a casi todas. Con dos excepciones, todas las Afores cobran un monto verdaderamente estrafalario cada vez que una persona hace una aportación: van a cobrar entre 13.8% y 27.23% de cada aportación. Es decir, de cada peso que uno aporte, las Afores descontarán su comisión por adelantado y depositarán un neto entre 72 y 86 centavos. El resto, pagado por anticipado, es el costo para el ahorrador por el privilegio de gozar de sus servicios. En otras palabras, una comisión del 1.7% equivale a aproximadamente 26% de la contribución (ahorro) que un empleado efectúa para su retiro. Algunas Afores van todavía más lejos, cobrando, además, una comisión sobre saldos. En otras palabras, este es un negocio redondo para los que se dediquen a administrar estos fondos.

Los bancos y empresas que han sido autorizados para constituir Afores argumentan que el costo de administrarlas es muy elevado porque las inversiones que se tienen que realizar son enormes. Ciertamente, si se quiere evitar caer en el marasmo de corrupción y burocratismo que ha sido el IMSS, es necesario asegurar que existan sistemas de cómputo y toda clase de controles dentro de las administradoras de fondos. En Chile y en Argentina los costos iniciales fueron semejantes. De hecho, si uno realiza proyecciones a quince años, las diferencias en resultados entre unas y otras Afores disminuyen. Algunas de las más agresivas en cobros acaban con resultados semejantes, e incluso superiores, a las que cobran menos. El que en algunos años unas y otras se equilibren ha llevado a que autoridades y administradoras de fondos se muestren muy complacidas.

A pesar de lo anterior, el que los resultados esperados en quince años resulten menos desfavorables de lo que aparecen a primera vista no puede ser razón de regocijo. En realidad hay dos temas complementarios clave que no están siendo analizados. Uno es el de las prácticas monopólicas implícitas en lo que están haciendo las Afores. El otro es la disposición de la autoridad regulatoria, el CONSAR que, en la práctica, lleva a una total ausencia de competencia efectiva en el mercado de pensiones. Las mayoría de las Afores están encantadas buscando clientes en forma colectiva, persiguiendo a líderes sindicales y cabezas de empresas con muchos empleados para lograr una afiliación a la vieja usanza corporativista. Es decir, a pesar de que las Afores son un intento de acabar con la tradición de violación sistemática de los derechos individuales que el corporativismo mexicano entrañaba, nada ha impedido que en la práctica se busque preservarlo por otras vías.

El segundo tema es crucial, pues hace posible que funcione el primero. Si bien hemos podido escuchar y observar numerosísimos anuncios y propuestas de cada una de las Afores, lo que es sorprendente es que no haya un solo anuncio comparativo. No hay una sola Afore que explique porqué es mejor que otra o porqué va a ser más rentable. Ante esto, pregunté en la CONSAR y me encontré con la explicación más obtusa que he escuchado: ¡está prohibido hacer publicidad comparativa! No vaya a ser que los consumidores se den cuenta de lo que los están robando. Difícil encontrar mejor explicación para la incredulidad.

Lo irónico de todo esto es que es difícil imaginar que hasta el más corrupto de los políticos o burócratas del pasado hubiese podido concebir un mecanismo para quedarse con una proporción de hasta el 27% de los fondos que recibían instituciones como el IMSS y el INFONAVIT (institución que, por cierto, seguirá bajo las reglas antiguas de expoliación del ahorro). A menos que se abra la competencia en la información, el nuevo sistema de pensiones va a ser mejor que lo que había antes, pero mucho menos bueno, para el país y para los futuros pensionados, de lo que podría haber sido.