Luis Rubio
La alentadora recuperación económica que muestran los indicadores macroeconómicos más recientes no debe distraernos de los problemas de fondo de la economía mexicana -y del país- que son los que han impedido lograr tasas elevadas de crecimiento por cinco lustros. Qué es lo que impide tasas de crecimiento elevadas en México es una pregunta vital para salir adelante del hoyo en que nos encontramos. El hecho de que los indicadores macroeconómicos mejoren, como el propio gobierno ha reconocido, no implica que la recuperación va a ser generalizada o rápida para la mayoría de los mexicanos. En lugar de confundirnos con teorías sofisticadas sobre la problemática del crecimiento, quizá lo más útil sería comparar las condiciones que prevalecen y, por lo tanto, que hacen posible el crecimiento en los países que crecen muy rápido -como los del sudeste asiático- con las de México. Tal vez eso arroje luz sobre nuestra verdadera problemática.
Hace unos meses el economista norteamericano Jeffrey Sachs escribió un artículo sobre la incapacidad de los países de Africa de lograr tasas de crecimiento elevadas. Cuando uno lee el artículo pareciera que el país del que Sachs está hablando es México. Citando a Adam Smith, para el conocido economista el problema de la mayoría de los países de Africa se debe observar a la luz de tres raseros: existencia de paz, impuestos bajos y una «tolerable administración de justicia». Estos tres factores constituyen precondiciones absolutas para poder lograr el crecimiento de la economía. Veamos si esas condiciones se dan en México.
El mantenimiento de la paz es claramente una precondición para que prospere la inversión, el ahorro y la actividad económica general. De hecho, tiene que ver con el conjunto de condiciones que hacen propicia la actividad económica porque crean certidumbre y hacen posible la planeación de largo plazo. Le permite a la población contemplar la idea de ahorrar para comprar una casa o invertir en alguna actividad productiva. Nadie puede pensar en ahorrar o invertir mientras está preocupado por su seguridad personal, por los «guerrilleros» de (casi) ayer o los «terroristas» de hoy o por la permanencia de las reglas del juego. Puesto en otros términos, la incertidumbre es el peor enemigo de la inversión y del ahorro, factor que explica una parte de los obstáculos al crecimiento en la actualidad.
Obviamente el problema de la paz en México nada tiene que ver con una potencial invasión militar por parte de alguno de nuestros tres vecinos. El desafío a la paz en el país no proviene del exterior; más bien, existen dos retos fundamentales a la paz en el país mismo, uno referente a la seguridad nacional
-las guerrillas y otras afrontas a las estructuras legales e institucionales-, y el otro referente a la seguridad pública -robos, asesinatos, secuestros-. Aunque se trata de dos fenómenos distintos, el efecto es el mismo: la violencia, la criminalidad, la inseguridad y la incertidumbre que producen lleva a que la población viva con miedo y no pueda pensar en otra cosa más que en mantenerse a salvo. En esas condiciones, es absolutamente imposible que prospere el ahorro o la inversión, por más programas e incentivos que diseñe el gobierno.
El tema de los impuestos bajos es mucho más específico y controvertido. Según Sachs, el nivel de impuestos en un país es clave porque éste es un factor determinante para el comercio internacional, precisamente en una época en que la integración en los mercados mundiales es quizá la condición más importante para lograr elevadas tasas de crecimiento. Un país con tasas marginales de impuestos a las personas superiores al 20%, dice Sachs, va a enfrentar una incontenible evasión fiscal, además de una elevada corrupción. Igualmente, las tasas de impuesto a las empresas deberían estar entre el 20% y el 30% como máximo, tal y como son las de los países más exitosos del sudeste asiático. Sachs todavía va un paso más lejos al sugerir que lo adecuado sería una tasa uniforme y muy baja (el sugiere 10%) de impuestos, para simplificar al máximo su administración y elevar los ingresos gubernamentales.
El concepto mismo de impuestos suficientemente bajos como para desincentivar la evasión fiscal y para estimular el ahorro y la inversión son anatema en México. Con la notable excepción de los intentos llevados a cabo a principios del gobierno anterior, la tendencia histórica ha sido siempre hacia el alza de las tasas de impuestos como medio para sufragar el todavía excesivo gasto público. En lugar de reducirlos para propiciar una más rápida recuperación de la economía, el gobierno actual se ha empeñado en elevar el ingreso fiscal por todos los medios, desde el aumento de las tasas hasta la adopción de criterios por demás dudosos de fiscalización. En lugar de atacar el corazón del problema de la evasión fiscal -la economía subterránea e informal en todas sus vertientes- y con ello disminuir las tasas impositivas, el gobierno está empeñado en exprimir a los causantes que no sólo están plenamente fiscalizados, sino que son los que mejor cumplen con sus obligaciones fiscales. De esta manera, mientras que todo mundo clama por que se reduzcan los impuestos -y, como decía Smith, se propicie el crecimiento de la economía- todas las opciones que el gobierno puede contemplar llevan a incrementarlos y a hacer más oneroso el cumplimiento de esa obligación.
Finalmente, la tercera precondición para el crecimiento que Sachs interpreta de Adam Smith es la necesidad contar con un sistema judicial «tolerable», y no necesariamente un sitema de justicia perfecto. Esto quiere decir que tanto la procuración como la impartición de justicia -a cargo de las procuradurías y el poder judicial, respectivamente- deben crear un clima de certidumbre para la resolución de conflictos entre las personas y las empresas, así como generar condiciones para que se castigue a quienes afecten a terceros en sus personas o posesiones. Con una impunidad virtual del cien por ciento de los criminales que acechan contra la población y con un sistema judicial que fue concebido para otra época y con objetivos distintos a los de la justicia, es más que evidente que en el país no existe un sistema judicial tolerable, ni mucho menos uno perfecto.
Por donde uno le busque, en México no hay manera de estar satisfecho con alguna de las tres precondiciones que caracterizan a los países exitosos del sudeste de Asia. Los impuestos son excesivos, la inseguridad nacional y la inseguridad pública son flagrantes y la ausencia de un sistema efectivo de justicia más que patente. En estas condiciones no es difícil explicar por qué el ahorro es tan bajo, por qué hay tan pocos proyectos nuevos de inversión y por qué ni siquiera en la parte más exitosa de la economía en la actualidad -la parte exportadora- se observan inversiones nuevas o significativas que amplien su capacidad instalada. Mientras no exista paz, impuestos bajos y equitativos y fin a la impunidad, el crecimiento simplemente no se dará.