Luis Rubio
La ESPCM, hoy Colegio de la Ciudad de México, no sería lo que es y lo que ha sido sin el maestro Vicente Carrión. Fue él quien le dio forma y contenido a lo que hoy somos sus alumnos y exalumnos. Imposible explicar nuestro paso por la educación y, en buena medida, nuestra vida, sin la escuela que dirigió el maestro Carrión.
Esta escuela nació con un propósito. Sus fundadores querían una educación distinta para sus hijos. Buscaban no sólo un aprendizaje sino el desarrollo de personas comprometidas, adaptables y creativas. Querían una escuela que no se apegara a dogma alguno, que fuera secular y que le diera vida a un tipo de educación distinto a todo lo existente. Una educación dedicada a formar a los alumnos para que aprendieran a pensar por sí mismos.
Ese proyecto hubiera sido imposible, inconcebible, sin el Maestro Carrión. Fue él quien articuló el proyecto, quien trajo al mejor equipo educativo y quien encabezó un esfuerzo hasta entonces no sólo desconocido en México, sino en buena medida hereje para su época. El Maestro Carrión fue no sólo un gran profesor, sino el líder que las circunstancias demandaban.
Lo excepcional del maestro Carrión es que nunca quiso más de lo que hizo. Fue un hombre congruente que se apegó a su proyecto, que reconocía a cabalidad la oportunidad que el momento le confirió y que apalancó el excepcional profesorado, mucho de éste producto de la emigración republicana, junto con la extraordinaria composición del alumnado, para darnos a todos los que por aquí transitamos de niños a adultos la posibilidad de destacar en los campos profesionales, la academia, la ciencia y la función pública. Sin el liderazgo del Maestro Carrión nada de esto hubiera sido posible.
Todos y cada uno de los que estamos aquí tenemos nuestros recuerdos y nuestras anécdotas sobre y con el Maestro Carrión. De lo que no tengo duda es que lo más importante y revelador de esas anécdotas e historias es que seguro no serán coincidentes. Unas lo dibujarán de una forma, otras lo describirán de otra. Y eso es lo importante y revelador. Lo que yo aprecio más del tiempo que pasé por estos muros es que no había una forma de pensar. Todo se valía siempre y cuando se respetara la opinión de los demás: lo importante era pensar por uno mismo. La formación por encima de la información. En eso esta escuela era, y desafortunadamente para México sigue siendo, una excepción. Cuando le dediqué mi artículo semanal al Maestro Carrión en ocasión de su muerte, me escribió un correo una persona con la que había yo tenido algunos intercambios cibernéticos que decía “ahora entiendo”. El también venía de aquí. Y, claro, aunque tenemos ideas y posturas distintas, el intercambio había sido siempre honesto y respetuoso. No estábamos de acuerdo en muchas cosas pero jamás dejamos de respetarnos. Ese es el ambiente que creó el Maestro Carrión y que nos hace distintos.
El fin de la vida de nuestro querido director obliga a reflexionar sobre la función de un gran líder en una etapa tan importante de la vida como es la educación inicial y media. Un gran maestro tiene poca historia personal que registrar porque su vida se ve menos en su propia persona que en lo que deja en las vidas que pasan por su aula y, en este caso, de la escuela. Los logros de sus alumnos son logros del maestro. Ese es su mérito aunque a veces sea difícil de reconocer. Es ahí donde se puede apreciar el legado vivo del maestro Carrión. Aunque su vida pasó en los salones y en la oficina del director de la escuela, todo sabemos que, de manera directa o indirecta, él es uno de los grandes pilares de nuestra propia formación, incluso la de quienes han pasado por esta institución años después de su retiro. Profesores como el maestro Carrión son mucho más importantes y trascendentes que los ladrillos y columnas del edificio en que estamos hoy reunidos: son la flama que alimenta la fuerza del cambio y que se manifiestan en cada una de nuestras vidas.
Hoy es un gran momento para rendir homenaje a la gran persona que fue el maestro Carrión, sin quien hoy no tendríamos mucho que celebrar.
Con su deceso nuestra escuela pasa a otra etapa de su historia. Nos toca a todos los aquí presentes: maestros, alumnos, exalumnos, personal –todos-, mantener no sólo el proyecto que él concibió y que nos permitió ser lo que somos, sino adaptarlo a un mundo cambiante. Esa fue la gran virtud del Maestro Carrión y del proyecto académico: nos ha hecho personas flexibles y adaptables. La siguiente etapa depende de todos nosotros: los que quedamos para seguir adelante.