FORBES – LUIS RUBIO
LA POLITICA ES, A FINAL DE CUENTAS, UN ASUNTO de liderazgo, exhortación y convencimiento. En un sistema presidencial, es el Jefe del Ejecutivo quien tiene el púlpito para diseminar la historia que quiere construir durante su mandato, y sumar a la población tras de su propuesta.
El gobierno del presidente Peña ha logrado un dominio pleno de las comunicaciones y se ha consolidado como el corazón de la política nacional, algo que no ocurría desde el inicio de la década de 1990. Sin embargo, más allá de sus cualidades y proyecto, enfrenta el gran fardo de la historia del pasado y, sobre todo, de la forma en que ésta se ha contado, que es poco conducente al tipo de transformación que busca.
Todos los países tienen su historia y su dosis de victorias y derrotas, de oportunidades y de triunfos. Pero una diferencia entre las sociedades que salen adelante y las que persisten en su estancamiento es la forma en que se ven a sí mismas y cómo se proyectan ante el mundo. El primer gran éxito mediático del gobierno ocurrió mucho antes de que ganara la elección y consistíó en dominar la comunicación hacia la prensa extranjera.
Fuera de México, el futuro presidente se presentaba como el transformador del país, como la persona capaz de darle un nuevo giro a la economía mexicana. Esa estrategia se mantiene: las principales comunicaciones comienzan fuera y luego se filtran hacia dentro. Yo me pregunto si esto no responderá al hecho de que la hegemonía ideológica (Gramsci dixit) es contraria a buena parte de lo que el presidente ha dicho afuera, que se propone hacer.
Mientras que naciones como Francia o Estados Unidos celebran su independencia y otras festividades coma grandes triunfos épicos, nosotros tendemos a enfatizar las derrotas, el abuso de los extranjeros, las invasiones. El hecho de tener un Museo Nacional de las Intervenciones, refleja el ánimo nacional que aprendimos a través de los libros de texto. Esa historia, esa forma de contarla, nos coloca en el papel de víctimas, de perdedores y una sociedad que así se concibe jamás podrá lograr el desarrollo. Como dice Macario Schettino, para ser exitoso tienes que imaginarlo.
La narrativa es la forma en que se cuenta la historia. Aunque es evidente que quien se propone contar una narrativa esta inevitablemente pretendiendo manipular la historia, ésta siempre se cuenta desde la perspectiva de quien tiene en sus manos el poder para hacerlo. El mero título del clásico Las grandes mentiras de nuestra historia, de Francisco Bulnes, muestra que no hay nada nuevo en este tema. La pregunta es por qué no contar una historia de ganadores: no mentir ni manipular: solamente
convencer de ese otro lado de nuestra historia que, con toda conciencia y alevosía, se ha ignorado.
México es un país rico en empresarios exitosos y en migrantes que transforman sus vidas, indígenas oaxaqueños que son bilingües pero en mixteco e inglés porque nunca aprendieron el español, pero comandan exitosos supermercados.
“EL CAMBIO DE MÉXICO OCURRIRÁ EN ESTE GOBIERNO O EN OTRO, CUANDO EL PAÍS SE DEFINA DE UNA MANERA MÁS CONSTRUCTIVA, CUANDO SE VEA A SÍ MISMO COMO IGUAL FRENTE AL RESTO DEL MUNDO”.
Hay arquitectos de talla internacional y pilotos volando líneas aéreas en Malasia. La celebración del 5 de Mayo ha adquirido dimensiones casi épicas porque el mexicano está ávido de triunfos y ejemplos memorables. Sin embargo, nuestra historia es generosa en destacar a las víctimas y parca en exaltar las victorias. La historia de éxito que quiere construir el gobierno del presidente Peña tiene que comenzar adentro porque son los mexicanos, desde el más humilde hasta el más encumbrado, quienes tendrán que creerla para luego proyectarla.
Porfirio Diaz decía que «gobernar a los mexicanos es más difícil que arrear guajolotes a caballo». Sin duda alga sabia de eso. Pero por algún lado hay que comenzar y el enorme número de mexicanos exitosos sugiere que la actitud de víctima no proviene de la población, sino de la suma de malos gobiernos y el empeño por remachar permanentemente la victimización.
El cambia de México ocurrirá en este gobierno o en otro, en este siglo o en el siguiente, cuando el país se defina de una manera más constructiva, cuando se vea a sí mismo como igual frente at resto del mundo. En otras palabras, el éxito requiere de un gobierno competente, pero es imposible si la sociedad no lo cree. La suma de buenas políticas públicas y una narrativa coherente con una visión de futuro podría comenzar a hacer la diferencia.
LUIS RUBIO ES PRESIDENTE DEL CENTRO DE INVESTIGACION PARA EL DESARROLLO, A.C
@lrubiof
a quick-translation of this article can be found at www.cidac.org