Alicia y Kafka

La discusión sobre la ley laboral nos ofrece una excepcional ventana al mundo de irrealidad en que vive el conjunto de nuestra clase política. Aunque sin duda hay muchos intereses y valores de por medio, nada del debate se ha concentrado en las únicas tres cosas que importan en materia económica: la creación de fuentes de empleo, el crecimiento de la productividad y la vinculación del sector manufacturero nacional con el de exportación. Esos son los tres ejes que importan y en los cuales debería centrarse la atención del congreso y del próximo gobierno.

Desafortunadamente, la discusión parece más una combinación de Alicia en el país de las maravillas con un dejo kafkiano de irrealismo burocrático. Como en Alicia, se parte de supuestos que nada tienen que ver con la realidad. Como con Kafka, se asume que el statu quo funciona y arroja tasas elevadas de crecimiento y mantiene satisfecha a toda la sociedad.

Tendemos a preferir soluciones grandiosas y complejas cuando mucho de lo que nos diferencia de las economías que crecen con celeridad se refiere más a regulaciones y obstáculos cotidianos que a grandes reformas constitucionales. Puesto en términos de economistas, los problemas de crecimiento del país tienen mucho más que ver con asuntos de la microeconomía (la abrumadora mayoría de los cuales están bajo el control del ejecutivo y de los gobiernos estatales y municipales) que con el poder legislativo.

Si se acepta que el objetivo último es elevar la tasa de crecimiento como medio para crear fuentes de empleo e incrementar los satisfactores a la población, entonces todo el actuar del gobierno (en el sentido más amplio y comprensivo del término) debería abocarse a crear condiciones para que eso ocurra. Ciertamente, hay muchas vertientes de acción que pueden emprenderse para lograrlo. Entre éstas está el propio gasto público y los proyectos de infraestructura, así como el conjunto de reformas de que se habla comúnmente (como las referentes a energía y asuntos hacendarios). Sin embargo, aunque indispensables, esas reformas e instrumentos no siempre conducen a una mayor tasa de crecimiento.

Mucho más relevante para el crecimiento es el conjunto de obstáculos que enfrentan las empresas y potenciales inversionistas para desarrollar nuevos proyectos o hacer exitosos los existentes. La economía es la suma de millones de decisiones que realizan los consumidores y los creadores de bienes y servicios todos los días. Todo lo que impida o afecte esas decisiones impacta el nivel de actividad general de la economía.

El proyecto de ley aprobado por el congreso en materia laboral es un buen ejemplo de lo que funciona y de lo que no funciona: por una parte, la minuta que salió de la Cámara de Diputados abre espacios para nuevas formas de contratación de personal que, en el tiempo, favorecería un mayor dinamismo en las relaciones laborales. Sin embargo, me parece que la pregunta pertinente es si esos cambios harían más atractiva la formalización de las empresas que han optado por ese otro mundo de la economía. Hay evidencia abrumadora de que la mayor parte de los empleos en el mundo se crean en empresas chicas o medianas, la gran mayoría de las cuales son informales en nuestro país. ¿En qué medida contribuye esta legislación a atraer a esas empresas a la formalidad? Esa debería ser la medida del éxito y de la relevancia de una nueva ley en esta materia.

Como decía al inicio, los temas cruciales para el crecimiento de la economía son la productividad, el empleo y la vinculación del sector manufacturero «tradicional» con el de exportación. Se trata de tres asuntos de muy distintas dinámicas y características, pero en el conjunto reside la llave del crecimiento.

La productividad es el resultado del conjunto de esfuerzos que realizan los productores y de los obstáculos que les impone el medio. Al emplear sus instrumentos -como la tecnología, metodología de producción y relaciones laborales- el empresario produce bienes y servicios. Cualquier cambio u obstáculo en estos elementos eleva o disminuye sus costos y, por lo tanto, su capacidad para producir mejores bienes, a un menor costo y de mayor calidad. El entorno en que operan las empresas determina su capacidad para competir en el mercado. Mientras más terso es el entorno, menores los costos y mayor el potencial de elevar la productividad, factor crucial en la creación de fuentes de empleo y en la compensación que reciben los empleados y trabajadores.

Cuando comparamos el entorno en que opera una empresa mexicana con la de sus competidores, el panorama comienza a nublarse. No es necesario hurgar muy profundo para identificar las fuentes de problema: dispersión arancelaria, protección selectiva (importaciones), subsidios discriminatorios, inseguridad, trámites, contrabando, costo de los servicios, tráfico, burocratismo, etc. Si uno observa esos factores en países como China, Corea, Chile y otros con quienes las empresas mexicanas compiten, el problema se torna evidente de inmediato. Y la solución a todos estos depende no de grandes reformas macroeconómicas sino de pequeños cambios regulatorios, transformación de la forma de operar de los gobiernos locales y estatales y una mucho mayor competencia en los mercados internos. Nada legislativo en todo esto.

Quizá no haya asunto de mayor relevancia para el crecimiento en el corto plazo que el de la vinculación del sector manufacturero con el de exportación. La economía mexicana se caracteriza por la existencia de dos sectores manufactureros distintos, casi divorciados entre sí. En lugar de que la industria nacional se convierta en proveedora de la de exportación, ésta se ha anquilosado y quedado dependiente, en buena medida, de mecanismos formales e informales de protección. Una buena estrategia microeconómica llevaría a la liberalización y desregulación del sector manufacturero y a la creación de mecanismos que incentiven la conformación de una formidable industria de proveedores, por parte de empresas nacionales y extranjeras. Quizá no haya oportunidad mayor de crecimiento tanto del empleo como del producto en el corto plazo.

El empleo depende de que existan condiciones propicias para que las empresas contraten. Los mejores empleos son los formales que, además, son los que con mayor fuerza inciden sobre el desarrollo de largo plazo de la economía. De ahí que sea tan importante simplificar el entorno regulatorio y fiscal, además de laboral, para incentivar la creación acelerada de empresas formales. No hay nada como simplificar, liberalizar y abrir para generar crecimiento. Nada como acabar con los sueños de Alicia y las realidades de Kafka.

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