Mexico y Obama

Luis Rubio

Octavio Paz lo meditó y escribió con excepcional prosa y sapiencia: nuestros dos países difícilmente podrían ser más distintos y, sin embargo, la geografía nos ha reunido. Hoy podríamos agregar que, más allá de las preferencias o deseos de sus respectivos líderes, la globalización ha integrado las economías de ambos países y, en un enorme número de casos, a sus familias. Las fronteras y los muros no cambian la realidad de los flujos comerciales y humanos: estos siempre encuentran un camino. Ahora, en medio de una situación económica casi inédita, Estados Unidos se apresta a cambiar el rumbo. Para nosotros esto representa un desafío, pero también una oportunidad, si la sabemos aprovechar.

El discurso inaugural de Barack Obama fue un ejemplo más de nuestros contrastes y diferencias. La visión es positiva y futurista: el pasado es origen e historia pero no lastre ni costo. El futuro se construye y la realidad se transforma. Todo es posible y todo lo puede lograr una ciudadanía dispuesta a crear, asumir riesgos y trabajar. El ciudadano es el centro del universo y EUA una potencia que se asume como tal. Barack Obama, rompe tabúes y desmitifica a toda la legión de críticos, dentro y fuera de su país, que insistía que el hito que tuvo lugar esta semana era simplemente imposible.

Desde la perspectiva mexicana, quizá lo más impactante del cambio de poderes de esta semana es su trasfondo institucional. El poder no es de las personas sino de las instituciones; todos los ex presidentes vivos, independientemente de su partido o circunstancia, estaban ahí parados, atestiguando el ritual. En su discurso, el nuevo presidente apela a la ciudadanía no como un mero trámite o simbolismo, sino a sabiendas de que va a requerir todo su apoyo y compromiso para que, cuando las cosas se pongan difíciles en el congreso, la población haga la diferencia. La ciudadanía como razón de ser y corazón de la política.

Para el resto del mundo, preocupado por la crisis económica, el inicio del gobierno de Obama no podía esperar un día más. Todos buscan no sólo definiciones económicas, sino claridad de visión y liderazgo. Cómo cambian las cosas: a la nación otrora casi paria ahora se le ve con esperanza. Obama planteó una nueva perspectiva y cambió percepciones, fue sin duda convincente en cuanto a su persona, pero falta ver su capacidad para encabezar el titánico esfuerzo que la crisis económica demanda. Pero el sólo hecho de haber cambiado percepciones constituye un nuevo principio. La gran pregunta es si en este nuevo contexto podemos encontrar un espacio para avanzar nuestros propios intereses.

El problema es definir con precisión cuáles son esos intereses. En su discurso, Obama explicó los intereses y prioridades de su país con enorme claridad y elocuencia. Nosotros, como muchas otras naciones del mundo, sobre todo las de América Latina, esperábamos escuchar lo que nos iba a dar, cómo nos iba a tratar. En lugar de definir lo que queremos y construir una estrategia para lograrlo, esperamos a que nos digan qué va a pasar.

Pero Washington no es así. Aunque nuestra localización geográfica cuenta para algo (la reciente visita del presidente Calderón a Washington habla por sí misma), México es una de 194 naciones para la mayoría de las cuales su principal relación es EUA. Desde la perspectiva norteamericana, de todas esas naciones sólo es posible atender a aquellas que son fundamentales desde su óptica. Y esa óptica la determinan tres factores: situaciones críticas, situaciones geopolíticas y política interna. Irak, Pakistán y Afganistán son ejemplos de lo primero; Rusia y China de lo segundo; Canadá, Irlanda, Taiwán e Israel de lo tercero.

La pregunta que nosotros tenemos que hacernos es cómo caer en el tercer grupo de naciones y evitar ser arrollados hacia el primero (cuyo riesgo emana de la criminalidad y el narcotráfico). Las naciones que están en el tercer grupo han logrado, cada una a su manera, una presencia activa y pujante en el Congreso de ese país y, en muchos casos, en la sociedad norteamericana. Basta ver la localización y enfoque de la embajada canadiense (justo frente al capitolio, sede del congreso) para entender sus prioridades.

La mayor parte de los temas que caracterizan a nuestra relación bilateral pasan por el poder legislativo, pero nosotros, en una increíble extrapolación del viejo sistema político priísta, seguimos enfocados al ejecutivo. Independientemente de la falta de definición formal de nuestros intereses, es evidente que hay un núcleo de temas comerciales que son prioritarios, como lo es el funcionamiento de la frontera y el potencial de extender servicios de una nación a la otra a través de la línea divisoria. De la misma forma, el tema migratorio es central para la política mexicana. Todos estos temas pasan por el congreso norteamericano, pero nosotros seguimos tocando la puerta del ejecutivo.

Las naciones que son exitosas en avanzar sus intereses en Washington se abocan por principio al Congreso, aportan información, crean un ambiente propicio y contribuyen a construir alianzas legislativas. Muchas de ellas se caracterizan por un impresionante despliegue en el territorio americano: obtener apoyos en el Congreso requiere, tal y como lo ilustró Obama en su discurso, del apoyo de los ciudadanos a nivel local. No es casualidad que mucho del cabildeo que realizan diversos países en EUA, sea de manera directa o en asociación con descendientes de su país, se lleve a cabo a nivel estatal. Ahí se forjan las alianzas que luego se traducen en votos legislativos.

El tema migratorio quizá ilustra mejor que cualquier otro nuestra falta de foco. A diferencia de los temas comerciales, que tienden a concentrar los apoyos u oposición en unas cuantas comunidades muy específicas, la migración es un tema de esencia para los estadounidenses y va directo al corazón de su ciudadanía. No es un tema que se vaya a resolver en una negociación privada. Irónicamente, quizá la llave del tema migratorio resida menos en el Congreso mismo que en una negociación que el gobierno mexicano algún día tendrá que enfrentar con las comunidades de México-americanos. Sólo el embate político de todas esas comunidades a nivel local podría llevar a afianzar la coalición legislativa que haga posible un cambio real. Pero eso implicaría no sólo saber qué se quiere, sino también ver como iguales, es decir, como ciudadanos, a esos migrantes que muchas veces, desde México, es fácil despreciar.

Obama dice que es necesario transformar a su país. Quizá no haya otra oportunidad para que nuestros temas e intereses sean parte de esa transformación.

 

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