Luis Rubio
Se puede ver mucho con tan solo observar decía Yogi Berra, el famoso beisbolista que acuñó una serie de frases que, a pesar de su obviedad, entrañan un profundo sentido común que no deja de sorprender. La crisis de influenza me agarró fuera México y me permitió observar desde lejos la forma en que el gobierno ha respondido, los contrastes con otros gobiernos y la manera en que la población actúa en circunstancias como estas. Ha sido una gran lección.
Desde fuera las cosas se ven muy distintas. Parte es el hecho de que las noticias son planas en el sentido en que no se vive el fenómeno de manera directa. Las fuentes de noticias son muchas y, desde fuera, todas son iguales: cada canal de televisión y sitio de Internet tiene su perspectiva y el conjunto arroja información y opiniones que, de lejos, adquieren un sentido muy distinto. A veces me sentía a la mitad de la película Kagemusha y en otras en el mundo de Historia de dos ciudades: muchas perspectivas sobre un mismo tema y no todas ellas conciliables. Pero todas reveladoras.
De lejos no importan las rencillas y contrastes de opinión entre políticos o comentaristas. Lo primero que uno quiere saber y entender es qué está pasando. Como siempre, leí todos los periódicos y vi numerosos noticieros, tanto mexicanos como internacionales. Con algunas excepciones, era mucho más fácil entender la película a través de reportajes en medios internacionales que se distinguen por su profesionalismo. No es que falte seriedad en algunos de los reportajes en nuestro medio, pero lo impactante, que en estas circunstancias se ve como perdición, es nuestra propensión a mezclar hechos con opiniones, al punto en que se vuelve casi imposible entender la fotografía. Peor cuando en esa mezcolanza se suman intereses políticos.
He aquí algunas observaciones y perspectivas:
La respuesta gubernamental parece haber sido profesional, acertada y oportuna. Puede decirse lo que se quiera, pero un gobierno que parecía incapaz de organizar un bautizo, demostró estar claramente preparado. Sin embargo, nuestro inevitable escepticismo lleva a dudar de todo (que si se pospuso porque venía Obama o si esto lo inició Calderón y en otra versión el gobierno de EUA- para distraer de otros problemas) pero los profesionales de la salud en el mundo, como los de la OMS y del CDC de Atlanta no dejaron de reconocer la solidez de la respuesta gubernamental. En estas circunstancias no hay duda sobre la calidad de las opiniones.
El contraste en la forma de responder de los distintos gobiernos del mundo fue ilustrativo de aprendizajes acumulados, capacidades instaladas y la disposición de responder con celeridad. No habían pasado más que unas cuantas horas de las primeras noticias cuando el gobierno Coreano (¡Corea, a decenas de miles de kilómetros!) ya había instalado o activado sensores de temperatura para viajeros en sus aeropuertos. En Japón se comenzaron a repartir tapabocas de inmediato. Otros gobiernos, como Rusia, China y Filipinas, aprovecharon la confusión para imponer medidas meramente proteccionistas a la importación de carne de cerdo. Cada quien se preocupa por lo importante.
El gobierno mexicano se vio muy bien preparado en términos de acciones, comunicación y enfoque, pero evidenció problemas estructurales, sobre todo en lo material. La desaparición de tapabocas en el INER es elocuente de nuestra corrupción y desaseo. No tengo manera de saber si todos los implementos requeridos en una respuesta de esta naturaleza (equipos, vacunas, medicamentos, alimentos) habían sido adquiridos y debidamente embodegados, listos para emplearse en el momento en que lo exigiera una emergencia pero, suponiendo que así haya sido, el hecho de que no estuvieran disponibles en el momento mismo dice mucho de nosotros, de nuestro gobierno y de nuestras prioridades individuales y colectivas.
Otro contraste, éste si patético, fue el que se pudo observar entre algunos gobiernos estatales y el federal. Mientras que a nivel federal se actuaba, muchos de los gobiernos estatales estaban más preocupados de que se les pudiera señalar como causantes del problema. Su prioridad era mediática y política, no la de un gobierno responsable y en funciones. Según algunos de los reportes y comunicados de la OMS, la razón de muchas de las muertes en México puede deberse más a la tardanza con que la gente acudió a los centros de salud que a la forma de enfrentar el fenómeno. Y esa tardanza puede haberse debido a la posibilidad de que muchos pensaran que se trataba de un mero catarro, pero también a la posible negligencia de algunos gobernadores que prefirieron no informar por sus propias razones, retrasando así la necesaria respuesta federal.
Lo más impactante desde lejos es la incredulidad del mexicano. En un mismo día se podían leer dos artículos, uno reconociéndole al gobierno su capacidad de actuar como gobierno (¡por fin! el Estado actúa como Estado) frente a otro que lo desdeña por supuestamente no revelar toda la información (¿a quién le creemos?). Imposible saber cuál de los dos está en lo cierto, pero lo realmente importante por su trascendencia es el hecho de que haya tanta incredulidad y desconfianza. La población sabe que muchos políticos mienten (el actuar de varios gobernadores es elocuente) y mejor actúa por su cuenta. El miedo, dice la conseja, no anda en burro. En situaciones de emergencia sanitaria esa desconfianza ancestral de la población hacia nuestros gobernantes puede ser catastrófica. La gente puede preferir quedarse en su casa que acudir al servicio de salud, con lo que perdería las horas vitales para salvarse. No se si esto tenga solución, pero es muestra fehaciente de una de las muchas consecuencias de la acumulación centenaria de malos gobiernos y desgobiernos. Da envidia observar cómo reaccionan otras poblaciones frente a la información y acciones que emprenden sus gobiernos en circunstancias como éstas: gobiernos competentes respondiendo con celeridad y sin consideraciones políticas de otra naturaleza. La población responde igual: con confianza y de inmediato. Como dice el dicho, esta es una calle de dos sentidos. Y ambos tienen que cambiar para que el país pueda funcionar de manera normal en este y todos los frentes.
Difícil imaginar un peor año para el país y para el gobierno. En momentos parece que ha sido el año de la plaga de México en su conjunto. Al mismo tiempo, da orgullo ver que, al menos a cierto nivel, el gobierno estaba preparado para la contingencia, supo actuar y lo hizo sin miramiento. Lástima que siga sin entender cómo comunicar su espléndido actuar o la importancia de hacerlo.