Luis Rubio
A dos días de las elecciones presidenciales estadounidenses, las comunidades mexicanas en aquel país muestran una saludable pluralidad de visiones y posturas, además de contrastes. Sin duda, la mayoría de quienes pueden votar (que son, en términos relativos, un porcentaje pequeño) lo harán por Obama, el candidato demócrata. Sin embargo, luego de platicar con algunos líderes comunitarios, cónsules mexicanos y expertos sobre el tema en diversas regiones de ese país, constaté una extraordinaria riqueza en su vida comunitaria, expectativas y capacidades democráticas. No tengo duda de que, en la medida en que esas comunidades voten y el número de esos votos represente su verdadera dimensión, su impacto sobre aquel país va a ser inmenso.
Según la encuesta de Zogby de la semana pasada, el 70% de los hispanos con derecho de votar lo hará por Obama, en contraste con el 21% que lo hará por McCain. De acuerdo a las fotografías que recabé de observadores privilegiados en distintas ciudades de ese país, la mayoría de los mexicanos residentes allá tenía una marcada preferencia por Hillary Clinton, pero se han alineado detrás de la candidatura de Obama. En algunos lugares, notablemente en Chicago, ciudad donde reside el candidato demócrata, hubo un gran esfuerzo para promover el registro de todos los hispanos para que pudieran votar el próximo martes. Quizá lo más notable de la manera en que están articulándose las preferencias de los mexicanos detrás del primer candidato de color a la presidencia de ese país es que se trata de una decisión pragmática. Las relaciones entre ambas comunidades nunca han sido buenas los afroamericanos perciben que ellos han sido los más afectados por la mano de obra más barata de los mexicanos- pero ahora los hispanos han optado por la idea de cambio que propone Obama así como por una legislación benigna en materia migratoria.
Los números agregados cuentan sólo una parte de la historia. EUA es un país muy grande, con profundas diferencias regionales que, además, se acentúan por la naturaleza del sistema electoral, que le otorga un enorme peso a cada estado en el colegio electoral. Por ejemplo, en el tema migratorio que tan importante es para las comunidades mexicanas, en el medio oeste, con Chicago como centro, el clima siempre ha sido favorable a una reforma y apertura. En contraste, en California existe un profundo resentimiento por la propuesta 187 de 1994, que pretendía limitar el acceso de ilegales a los servicios de salud y educación y que fue abiertamente promovida por el entonces gobernador Pete Wilson. En Nueva York, el alcalde Bloomberg aprobó una serie de reglamentos que hacen ilegal que un policía o empleado del sector salud pregunte sobre el status migratorio de cualquier persona. Cada región tiene sus peculiaridades y le ha imprimido un sello distinto a la dinámica de las comunidades de mexicanos.
Algunas comunidades, notablemente las de Los Angeles y Chicago, están extraordinariamente organizadas y, por su antigüedad relativa, han logrado una amplia presencia en el ámbito legislativo estatal y en los gobiernos locales. En la medida en que las comunidades comienzan a tener contingentes significativos que pueden votar, su presencia adquiere otra dimensión. La verdadera paradoja política es que nadie puede ignorar la existencia de núcleos cada vez más grandes de ilegales, pero nadie tiene incentivo alguno para atender sus necesidades porque su impacto político es muy bajo. De esta manera, aunque según algunos cálculos la hispana es la mayor de las minorías, su relevancia política es mucho menor a la de las comunidades afro americanas por el hecho de que una amplia mayoría de los hispanos no tiene resuelta su situación migratoria. De darse una reforma que legalice a esa comunidad, y de continuar los esfuerzos por que se registren los ciudadanos para votar, su impacto futuro será inmenso.
Otro elemento en esta película es el contraste entre las primeras generaciones, típicamente de individuos entrones y ambiciosos, deseosos y dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de ganarse la vida, y las subsecuentes, cuya dinámica es mucho más estadounidense: reclaman sus derechos, utilizan los mecanismos que la ley y las instituciones les proveen para avanzarlos y están, hoy más que nunca, dispuestos a luchar en el ámbito político, así sea sólo con su voto. Según me relataron algunos de mis interlocutores, la actitud de las comunidades también varía según la probabilidad de que su voto haga una diferencia. Hay un par de estados en los que el voto hispano podría determinar el triunfo de un candidato, mientras que en la mayoría, aun cuando sus números sean enormes, su relevancia es menor. En Texas y California, por ejemplo, un enorme número de mexicanos hará poca diferencia en el resultado del estado. En Illinois, donde la comunidad podría hacer la diferencia, el hecho de que Obama sea de ahí le ha sumado votos de todas partes.
Todo indica que, además de cambiar el partido en la presidencia, las elecciones de esta semana modificarán radicalmente la composición de las cámaras legislativas. No sólo lograrán los demócratas una mayoría en ambas cámaras, sino que podrían lograr eliminar la capacidad de veto por parte de los republicanos de rebasar la marca de los 60 senadores (de cien). Algunos analistas sugieren que, además, podría darse un viraje radical, de carácter histórico, como el que se dio en los treinta del siglo pasado. Independientemente de la profundidad del cambio que llegue a darse, parece evidente que los demócratas, sobre todo los del ala izquierda que llevan décadas marginados del poder, podrían tener un impacto enorme en los procesos legislativos sobre todo al inicio del nuevo gobierno.
La pregunta para las comunidades hispanas es en qué medida podrán afectar e influir sobre la agenda legislativa que se llegue a debatir. Hay algunos temas e iniciativas que son particularmente relevantes para los mexicanos que migraron o que descienden de migrantes, pero no es evidente que tengan ya la organización y la capacidad política de hacer valer sus números y lo que aportan a ese país.
Es mucho lo que estará en juego en los próximos meses tanto para las comunidades de mexicanos en ese país como para México en general y, en muchos temas, nuestros objetivos e intereses respectivos no están alineados ni son coincidentes. Por eso, ahora más que nunca será fundamental la labor política que se realice no sólo de gobierno a gobierno, sino también con las comunidades de mexicanos que cada día serán más trascendentes. Mucho separa a los dos países, pero lo que los une es cada vez más fundamental.