UN PARTIDO AGOTADO

Luis Rubio

Los priístas nopárecen saber como recuperar su antiguo reino. Primero salieron eufóricos de su asamblea en el mes de septiembre pasado. Pero la alegría duró poco, pues en noviembre los procesos electorales en tres estados evidenciaron la incapacidad de ese partido por adecuarse a un ambiente de competencia electoral. Conel cambio en la dirección delpartido en el mes de diciembre, los priístas están intentando una nueva táctica: la del miedo. Una estrategia resulta más futil que la otra. ¿Será que el PRI ha arribado a su etapa terminal?

Más que retrocediendo o consumiéndose, el PRI parece estarse desfundando. Sus contengentes y liderazgos parecen totalmente incpaces de comprender la angustia, los temores y, sobre todo, el profundoenojo que caracteriza a una polbalcín cada vez más consciente de sus derechos ciudadanos.

La XVII Asamblea marcó un hito en la historia del PRI porque unificó a los cuadros dirigentes de ese partido de una manera excepcional. Luego de años de retrocesos y conflictos reprimidos en el interior del partido, los priístas – sobre todo sus contenges más reaccionarios- encabezaron un movimiento reivindicatorio que logró generar niveles de energía no vistos desde hacia décadas. El hecho de legiti

Lo peror de todo Lo pepara los priístas es que la euforia con que concluyó la Asamblea les duró escasamente un mes. En noviembre vino el primer descalabro en la forma de las elecciones enlos estados de Coahuila y México e incluso eible que se trate de una caída temporal. Lo que es seguro es que, como evidenciaron los comicios de noviembre, lo que estamos observando no es un movimiento de los mexicanos hacia la oposición, sino la total incapacidad del PRI de atraerlos para que vayan a votar.

 

Para colmo, luego de esas elecciones se desató una avalancha de renuncias, algunas muy ruidosas, como la de la hija de un cacique priísta en Campeche. Esa renuncia fue seguida por la de un exgobernador de Veracruz y de otras muchas que generaron profunda ansiedad en el gobierno y en la presidencia del partido.

El temor de que la pequeña fuga por goteo se conviertiera en avalancha llevó a que el PRI y el gobierno se comportaran en la forma mas absurda -y obtusa- posible.

La reacción del nuevo liderazgo priísta, en obvia coordinación con el gobierno, ha sido de dos tipos. Por un lado el discurso y la retórica cobraron una súbita militancia, bordeando en la desesperación. Por otra parte, se iniciaron accines legales en contra de algunos de los desertores, prticularmente de Dante Delgado como si su detención fuese a modificar el devenir del partido.

Con el inicio de una investigación en contra del exgobernador de Veracruz y su sucesivo encarcelamiento, el PRI y el gobierno inauguraron una peligrosa línea de acción. Los tribunales determinarán la culpabilidad legal del exgobernador, pero los incentivos que creó la acción gubernamente van a alterar el panorama político por mucho tiempo. Sud etención demuestra que el gobierno sólo castiga a quien no está enel PRI, por lo que fortalece la ancestral impunidad priísta. Peor todavía, al actuar visceralmente exhibe todas sus debilidades.

El intento de mantener la unidad priísta y su desepración por evitar una desbandada son plenamente comprensible. Pero, además de probablemente ser futiles en la mayoría de los casos, es difícil comprender cómo espera el liderazgo priísta que un partido lleno de políticos frustados que prefirirían abandonar el barco – pero no pueden por temor a que se les inicie un proceso penal- va a fundiconar diligentemente. Difícil creer que el PRI va a poder hacer frente a que podría ser el proceso electoral más competido de su historia sobre el andamiaje de políticos más caracterizados por el agotamiento, el enojo y la total incomprensión de las motivaciones y temores de la ciudadanía.

Quizá la reacción mas pueril y absurda es la que se obesrva en el lenguaje reciente del PRI. Elnuevo presidente del partido ha inaugurado una retórica diseñada para atemorizar al electorado, como advertencia de lo que pudiese ocurrir de perder el PRI su mayoría en el congreso en 1997. La desesepración que evidencia el discurso sería patetia, sino fuese por sus contradicciones. Para bien o para mal, una amplia proporción del electorado culpa a la política económica de todos los males habidos y por haber. Como partido gobernante, lo lógico sería que el PRI abogara por la política económica de su gobierno e intentara ganarle legitimidad. Lo absurdo de la retórica es que hace practicamente lo contrario: amenza al electorado. De no votar por el PRI, dice el discurso priísta, la política económica sufrirá perniciosas modificaciones. Como discurso pra inversionistas sería perfecto; como invitación a votar por un partido al que se culpa de todos los males es, mínimanete dificil de enter. Quizá revela que más que estrategia, al PRI lo conduce una inercia incontenible.

En 1994 la estrategia del miedo -conscientemente organizda o no- fue sumamente exitosa. Desde el levantamiento zapatista, los mexicanos han demostrado, una y otra vez, que reconocen la extrema fragilidad del momento, manifestándose sistemáticamente contra la violencia y por la estabilidad. La suma de estos factores llevó a un resultado tan definitivo en las elecciones de ese año. Tal vez por eso el PRI crea que puede repedir la faena de entonces.