Luis Rubio
¿Por qué puede ser una buena referencia para México el desarrollo de Corea?
México y Corea eran más o menos similares al inicio de los sesenta, una gran época en la economía mexicana, con tasas de crecimiento superiores al 6% anual y un PIB per cápita más elevado que el de Corea, país devastado y dividido luego de una larga y sangrienta guerra civil.
Cincuenta años después, las cartas se han invertido y Corea es hoy una nación desarrollada, con una economía pujante, una impresionante base industrial, empresas punteras en los sectores más diversos, incluyendo alta tecnología, y una democracia envidiable. He visitado Corea en varias ocasiones a lo largo de los años y nunca deja de impresionarme la velocidad del cambio que experimenta, pero sobre todo la claridad de rumbo que la caracteriza y la diligencia con que ha resuelto crisis, superado gobiernos autoritarios y construido una plataforma económica, política y social tan impactante.
Detrás del éxito coreano yace una ética asiática que es radicalmente distinta a lo que conocemos en nuestro vecindario y quizá eso explique parte de su desempeño. Sin embargo, no todas las naciones de Asia han sido igualmente exitosas y Corea es excepcional porque su desarrollo fue resultado de un proceso consciente y explícito de decisiones para transformarse luego de la guerra. En el corazón de su éxito yacen dos factores cruciales: liderazgo y un sistema educativo ejemplar.
¿Cómo se manifestó el factor de liderazgo en Corea?
El liderazgo ha sido una característica distintiva a lo largo de las décadas y ha tenido la virtud de permitirle adecuarse a los tiempos. El país sufrió crisis de la más diversa índole: el atentado contra su presidente y la muerte de varios miembros del gabinete con un bombazo, gobiernos autoritarios, crisis financieras y una permanente tensión con su vecino, Corea del Norte. Lo impactante es cómo cada una de esas crisis fue convertida en una plataforma transformadora. Su salida de la crisis financiera de 1997 es ilustrativa para nosotros porque ese país no sólo corrigió sus agregados fiscales como siempre ocurrió en situaciones similares en México, sino que modificó la estructura de toda la economía, obligando a sus grandes grupos industriales a competir abiertamente. El punto es que gobiernos fueron y vinieron, pero siempre hubo una claridad de visión de lo que era importante. Aprendieron de las crisis y dieron un salto hacia adelante.
En Corea, como en el resto de Asia, la corrupción ha sido un factor permanente de la vida económica y política, pero eso no le ha llevado a perder la claridad de rumbo, dejándola como algo menor en importancia. El proyecto económico comenzó imitando a los japoneses, pero luego se fue adaptando con sus propias estrategias. Cuando se alteraron los patrones comerciales, enfatizaron un cambio hacia la alta tecnología; cuando se presentó una crisis política, se movieron hacia un sistema democrático. Por supuesto que estas cosas no fueron lineales, automáticas o impolutas, pero una vista de pájaro revela una impactante claridad de rumbo. El resultado es visible en la forma de carreteras, puentes, universidades, complejos empresariales y, en general, en la vitalidad de sus ciudades y comunidades.
¿Qué avances ha tenido Corea en su sistema educativo?
Por lo que toca a la educación, Corea construyó uno de los sistemas más competitivos y a la vez demandantes del mundo. Los estudiantes tienen que aprobar exámenes brutalmente difíciles para entrar a la universidad y ese paso determina sus oportunidades y futuro en la vida. El comportamiento de los alumnos coreanos –allá y en todo el mundo en que se hayan, incluido México- se manifiesta en una dedicación absoluta al estudio. ¿Les permitirá eso trascender los límites actuales de la ciencia y la tecnología como aspiran? El tiempo dirá. Hace años, cuando los japoneses parecían a punto de dominar al mundo, la revista Economist hizo un análisis sobre el potencial del sistema educativo, científico y tecnológico japonés para superar al estadounidense. Su conclusión, sorpresiva, fue que la intensidad de la educación era insuficiente para remontar la creatividad que permite el sistema de educación liberal norteamericano.
No se en qué medida siga siendo válida esa conclusión, pero Corea se encuentra ante esa tesitura. ¿Cómo reproducir la capacidad estadounidense de propiciar startups, empresas tecnológicas susceptibles de transformar economías enteras, como fue el caso de Microsoft, Facebook y Google? Nadie más ha resuelto el enigma, pero lo que destaca de Corea es que se encuentra en el mismo debate que Francia, Alemania y Japón. Impresionante para una nación que hace medio siglo era un país rural con un PIB per cápita de la mitad del nuestro. Todo eso me remite inexorablemente a la CETEG, la CNTE y otras manifestaciones ejemplares de nuestro sistema educativo. Un abismo de diferencia.
¿Cuál es el reto hoy para Corea?
Los debates actuales en Corea se dividen en dos: los geopolíticos y los relativos a su futuro económico, aunque con frecuencia son los mismos. A final de cuentas, es un país “sándwich” entre dos potencias: Estados Unidos, con una fuerte presencia militar en la zona limítrofe con Corea del Norte, y China. Un dicho frecuente allá es que “en una pelea entre ballenas, lo que se rompe es la espalda del camarón”. China se ha convertido en su principal socio comercial y los coreanos han aprendido a operar con sus dos contrapartes de manera exitosa. Ahora buscan un TLC con China y se han sumado al nuevo banco asiático para la infraestructura, promovido por los chinos. No deja de impactar que, a pesar de la complejidad de su geografía, han sabido lograr lo importante. Algo de eso podríamos aprender.